martes, 20 de mayo de 2008

Cruzando charcos


Tengo una amiga peruana que se fue a vivir a EEUU porque estaba enamoradísima de un amigo peruano que se había ido a vivir allá. Mi amiga peruana y mi amigo peruano están casados hace 6 años y tienen una hija que no conoce Perú. Habla castellano, sí. Pero el país de sus papás, sólo lo ha visto por foto y en documentales de National Geographic.

Tengo otra amiga peruana que se fue a estudiar a EEUU. Se enamoró de un colombiano, estuvo con un ruso y en algún momento le gustó un francés. Después anduvo saliendo con un gringo que parecía gringo, y unos meses después se enamoró de un gringo que no parece gringo. Hace poco más de un año se casó con él. Me encantaría que mi amiga peruana y su esposo gringo se vinieran a vivir al Perú y tuvieran hijitos peruanos con Green Card, pero no creo que ocurra. Me voy a tener que conformar con que, de vez en cuando, vengan de visita.

Tengo otra amiga peruana que estuvo muchos años con un amigo peruano. Terminaron y ella se fue a estudiar a México. El mágico Internet la contactó con un amor platónico de su chiquititud, un peruano que justo estaba viviendo en EEUU. Mi amiga peruana y el peruano que vivía en EEUU se enamoraron y sin dudarlo mucho, a los pocos meses, se casaron. Ahora, una más de mis mejores amigas peruanas vive en EEUU. ¿Qué onda con Gringolandia y el matrimonio?

Tengo un amigo peruano que se fue de vacaciones a Colombia y conoció a una colombiana. Al poco tiempo, y a pesar de la distancia, se enamoraron (¡qué viva el msn!). Mi amigo peruano volvió a Colombia para visitarla, se dio cuenta de que era el amor de su vida y decidió dejarlo todo para estar con ella. Regresó a Perú, trabajó un par de meses más y renunció. Ella, para ese entonces, ya no estaba en Colombia sino en Brasil, y ya no era sólo ella. Un frejolito empezó a crecer en las profundidades de su panza. Ahora mi amigo peruano está disfrutando de las playas de Salvador de Bahía y le va a poner Lucía a la peruana-colombiana-brasilera que viene en camino.

Mi papá peruano se fue a vivir a Argentina cuando tenía 17 y regresó cuando tenía 27. En ese tiempo tuvo una novia argentina. Mi mamá peruana se fue a Italia cuando tenía 27 y regresó un año y dos meses después. En ese tiempo tuvo un novio italiano. Dos años después de que mi mamá regresara a Perú, mi papá peruano y mi mamá peruana se conocieron en un salón de clases donde aprendían inglés.

Tengo una amiga eslovena que viajó a Italia y se enamoró de un francés, pero el amor duró solo 3 días. Ella tenía que regresar a Eslovenia, donde su novio esloveno la estaba esperando. Nota: El idioma que les permitió conocerse fue el inglés.

Tengo una amiga húngara que está enamorada de un italiano que conoció en Francia. Ella sigue en Francia, él ya regresó a Italia. Ahora, cada vez que tiene vacaciones, va a visitarlo. Nota: El idioma que les permitió conocerse fue el francés.

Tengo una amiga peruana que se enamoró de un francés que conoció en un viaje que hizo a Francia. El francés resultó ser el mejor amigo del enamorado de la amiga peruana de mi amiga peruana. Él vino a visitarla a Perú, ella se fue a estudiar a Francia. Ahora se van a casar, en Francia. Nota: El francés habla castellano y mi amiga peruana habla francés.

Tengo un amigo peruano que está enamorado de una alemana que conoció en Lima. Se va de viaje a Europa en unas semanas. Dice que quiere aprovechar para averiguar sobre su máster y visitar a unos amigos… y lógicamente va para visitar a la alemana que está en Alemania. Nota: La alemana habla castellano, mi amigo peruano no sabe ni como se dice perro en alemán.

Tengo una pareja de amigos muy particular. Él es argentino y ella española. Él se fue a vivir a España y se enamoró de ella. No le propuso matrimonio, sino dar la vuelta al mundo juntos, en una camioneta. Hace más de 7 años que andan en esas. Han pasado por muchas cosas y muchos países: Botswana, Etiopía, Kenia, Mozambique, Uganda, Tanzania y Zimbabwe son sólo algunos de la larga lista.

Tengo una amiga peruana que está enamorada de un peruano que vive en EEUU y tengo dos amigas peruanas que están con dos amigos peruanos que están viviendo en Chile. Las tres están acumulando un montón de millas.

Por último, tengo una historia más que contar. Se trata de una peruana que está enamorada de un peruano que vive en EEUU. Pero como esta última historia acaba de empezar, todavía no tengo ni la menor idea de cómo va a terminar. Sólo sé que mi amigo peruano que se enamoró de la colombiana me dijo “Cuando sientes que alguien realmente vale la pena, hay que lanzarse a la piscina”. Y aunque a veces no es una piscina, sino un océano lo que los distancia… igual vale la pena intentarlo ¿no?


Escrito por (ya más obvia no puedo ser) la protagonista de una de las historias.
Para más información sobre el amigo argentino y la amiga española que andan viajando por el mundo: http://viajeros4x4x4.wordpress.com/

viernes, 2 de mayo de 2008

Adiós verano, adiós


De niño me gustaba más el invierno que el verano. Nunca me llevé muy bien con la playa, la arena, el sol, las olas del mar. Por alguna razón, encontraba a los días de invierno algo más reconfortantes, más hogareños.
Después de años, puede que siga sin ir a la playa (este año sólo he ido una vez), pero ahora puedo afirmar que me gusta el sol, me gusta el verano y me da pena que se acabe.
¿Qué haremos ahora que el verano se acaba? ¿Dónde irán los heladeros? ¿A veces no extrañan el sonido lejano de una de sus cornetas? ¿Por qué un cebiche sabe mejor con su solcito? En verano, hasta Larcomar me parece bonito, ¿no les ha pasado? No les parece que hasta los comerciales se vuelven más divertidos? Siempre hay comerciales “veraniegos”, ¿alguien recuerda algún anuncio “infernal”, digo, “invernal”? La verdad que yo no recuerdo ni siquiera de jarabes para el resfrío…
Si se va el verano, me va a dar pena ya no poder ver al cielo de Lima tornarse rosa y naranja en las tardes, sobre todo con una cerveza (y si garúa, como hace algunas semanas); que las chicas ya no muestren sus pantorrillas bajo faldas floreadas; que el calor ya no me levante temprano para aprovechar el día; que las niñas ya no puedan vengarse de sus corazones rotos con globos de agua; que dos personas ya no se puedan conocer mejor porque ya no serán de los pocas en quedarse en la ciudad los fines de semana; que ya no podamos escuchar a ningún estudiante decir: “este es mi último verano antes de ponerme a chambear”, porque siempre es “el último verano”, nunca es el “último invierno”.
Ahora las pobres chicas minifalderas morirán de frío y las que no se animaron a probarse la minifalda se arrepentirán; los viejos amigos que regresaron por vacaciones se tendrán que ir y hay alguien menos a quien llamar en los días solitarios. ¿Y qué será de aquellos que aún no saben que su romance de verano en verdad sólo es un romance de verano?
Recuerdo un par de canciones: una es de los Beach Boys y se llama “Summer means new love”. Es medio triste si te pones a pensar en este título porque, si el verano significa un nuevo amor, ¿la siguiente temporada qué significará? ¿Un amor viejo? Eso no suena muy bien, ¿no?
La otra, es una que escuché cantada por Manolo Galván y el coro dice así: “El verano termina ya/y con él mi amor se va/adiós verano/adiós”. Un verdadero tema del verano.


Escrito por un fan de Brian Wilson (sin parentescos con el joven Wilson)

lunes, 21 de abril de 2008

Pisco Sour, ¿dónde estás?


Andrea conoció a Omar en la barra de una discoteca. Sí, como en las películas. Y como en las películas, los amigos de los protagonistas dicen que las relaciones que empiezan en las barras de las discotecas nunca funcionan. Los amigos de ambos lo sabían pero como en las películas, no sabían si tenían razón o no. Conversaron, se rieron. Omar pidió un Pisco Sour. Andrea miró su vaso y se animó a beber con él. Andrea estaba algo nerviosa porque nunca había conocido un chico en la barra de una discoteca, o al menos no uno que le gustara. No quería mandarse a pedir algún trago que luego la expusiera a bailar, a darle el valor para corresponder un beso o peor aún, a despertar la mañana siguiente entre el brazo y el pecho de un tipo que había conocido pocas horas antes. Andrea sabía eso y sus amigas que estuvieron con ella esa noche también.
Omar quería conocer a Andrea porque le parecía bien rica. Lo dijo, me parece bien rica y se mordió los labios. Con los ojos, le escaneó el cuerpo lentamente, como si lo hiciera en alta resolución. Omar quería que Andrea tome Pisco Sour para que se emborrache y poder llevársela a la cama. Nada de conversación, nada de baile. Vamos a mi cama tenía estampado Omar en la camisa. Pero era puro floro. Nada más lo pensó. Y los amigos de Omar sabían eso. Sabían que las intenciones de su necesitado amigo eran pasivas, pura boca eres, chochera.
Andrea tomó el primer sorbo de Pisco Sour y sonrió mirando a los ojos a Omar. Intentó buscar alguna intención pecaminosa de su acompañante pero no la encontró. Solo vio a un chico que le gustaba y que le gustaría más si pedía otro Pisco Sour. Otro pero con bastante hielo por favor.
Omar en cambio, tomó un sorbo mucho más largo para darse valor. Para emborrachar a su lado más cobarde, más maricón. Creía que si tomaba más, Andrea sería mucho más accesible, más fácil de conquistar. Por confiado, pidió otro Pisco Sour. Flaco, uno doble por favor.
Omar invitó a Andrea a bailar. Andrea, con el Pisco Sour en la mano le dijo que no, que prefería terminar su Pisco Sour que estaba buenazo, que se iba a calentar o que simplemente cuando regresen de bailar ya no lo encontraría. Omar aún no terminaba el suyo. Y tampoco le pareció mala idea quedarse a seguir tomando. Andrea no quería demostrar su pésimo ritmo, ni a él ni a sus amigos. Omar tampoco quería demostrar mucho interés. Al menos aún no.
Ambos terminaron sus Pisco Sour en el mismo momento, dejando en los vasos cuadrados un poco de espuma. ¿Quieres otro?, preguntó el chico interesado. No, o sí, bueno ya, dijo la chica también interesada. Dos, sí, dos Pisco Sour más y al toque estaban en la barra. Ese barman es un trome.
Omar, en plena bebida, se le ocurrió decirle a Andrea para ir a otro lado. Los dientes, sí, esos que aparecen solo de noche y son auspiciados por cualquier trago con más de 5% de alcohol salieron a relucir, y alumbraron la cara de Andrea. La chica se dio cuenta, no es estúpida. Pero sí borracha así que le dijo ya, vamos. Era tarde. O bastante temprano. Los amigos ya se habían ido y pocas personas quedaban en el lugar.
Omar también estaba borracho pero aún conciente para decirle al taxista cuánto me cobra a la cuadra 13 de la Av. Arequipa. Mientras que el chico negociaba, Andrea, con por lo menos 1 botella de Pisco, medio litro de zumo de limón, medio litro de jarabe de goma, hielo y más hielo, y una botellita de Amargo de Angostura en el organismo, decidió subir al taxi.
Aún Omar la sigue buscando. Y todos también.

Investigado por alguien que odia invitar tragos a chicas desconocidas.
Identikit de papá Liniers (tan locas las mujeres, ¿no?)

lunes, 31 de marzo de 2008

El día en que descubrí que mis papás también son seres humanos


Cuando era una niña, yo pensaba que…
Mis papás nunca se enfermaban. (La única que se enfermaba y tenía derecho a ser engreída era yo).
Mis papás nunca tenían miedo. (La que podía tener miedo a la oscuridad y necesitaba pasarse a su cama de vez en cuando era yo).
Mis papás no tenían relaciones sexuales. (Yo nací de un frejolito o quizás fue una cigüeña la que me trajo a este mundo).
Mis papás no tenían problemas. (O por lo menos no me daba cuenta).
Mis papás eran inmortales. (Ellos siempre iban a estar conmigo, daba por sentado que se trataba de un contrato eterno).

Pero los años pasaron, crecí. Llegó un día en que la relación con ellos cambió. Me di cuenta de que no eran los dueños de la verdad, yo también tenía mi propia verdad. Y poco a poco, empecé a cuestionar todo lo que decían y hacían.

A mi papá, ese señor de bigotes que yo siempre había reconocido como la imagen más pura de lo correcto, le empecé a reprochar que trabajara tanto. Que haya dado tanto de sí, para alguien que nunca le iba a reconocer todas esas malas noches y madrugadas. Que fuera tan poco comunicativo, que nunca nos contara sus problemas. Que no fuera más cariñoso. Que se preocupara tanto por el mañana y no viviera más intensamente el hoy. Que no nos llevara más seguido de viaje, que no se atreviera a tirar la casa por la ventana al menos una vez en su vida.

A mi mamá, esa señora bajita y siempre sonriente, le empecé a reprochar que decidiera por mí sin antes consultarme. Que ordenara mi cuarto y botara cosas que según ella no servían. Que sea tan nerviosa, que se preocupara tanto cuando salía a algún lado, que no se diera cuenta de que ya era grande y podía cuidarme. Que se peleara tan seguido con mi hermana, que no aprendiera que a veces es mejor quedarse callada. Que no se diera cuenta de que esas peleas me afectaban. Que no ejerciera su profesión, o al menos no del todo. Que haya concebido todo en su vida alrededor de mi papá. Que su principal preocupación en la mañana fuera escogerle la ropa, y en la noche tener lista la comida.

Hasta que algo pasó. No sé si fue la distancia, mi supuesta etapa de madurez, o qué. Pero un día, de pronto, empecé a entenderlos.

Y entendí porqué mi papá se dio entero al trabajo y es que es algo que realmente lo apasiona. Y sí hay quienes se lo reconocen, él no estaba buscando una recompensa monetaria. Aprendí a respetar su silencio y entendí que la discreción es una buena costumbre que no muchos practican. Descubrí que no anda abrazando a todo el mundo todo el tiempo, pero cuando lo hace, realmente se siente como un verdadero abrazo. Y no es que no viva el presente, es sólo que tiene otro ritmo. Y si no fuimos mucho de viaje es porque supo administrar lo que tenía para que nunca nos falte nada.

También entendí a mi mamá. Comprendí que algunas veces uno decide por los demás porque quiere lo mejor para ellos. Y es nerviosa porque así le tocó ser, yo también soy nerviosa. Las peleas con mi hermana eran algo que parece que tenía que pasar. Eso, poco a poco, les ha ayudado a conocerse. Y aunque antes yo pensaba que tenían una relación complicada, ahora me doy cuenta de que no pueden vivir la una sin la otra. Entendí que, si no ejerció su profesión es porque prefirió pasar más tiempo con nosotras. Porque decidió ser madre a tiempo completo y se lo agradezco. Creo que hizo un muy buen trabajo. Y sí, su vida gira alrededor de mi papá, pero ¿qué tiene eso de malo? Lo quiere tanto que se preocupa por cada detalle, cada día, hace ya 30 años.

Lo que si no entiendo hasta ahora es por qué siempre que entra a mi cuarto, encuentra algo que según ella ya no me sirve.

Pero por fin entendí que ellos también son seres humanos. De pronto, un día me di cuenta de que mis papás, mis “papis”, no son inmortales. Me di cuenta de que no son eternos y no van a estar conmigo toda la vida. Hay cosas que ellos tampoco han podido superar. También tienen miedos y sueños por cumplir.

Y ahora es muy fácil entender porqué tienen la necesidad de llamar casi todos los días, aunque no tengamos nada nuevo que contarnos. Aunque en realidad, siempre hay algo nuevo que contar. Pero también descubrí que hay ciertos temas de los que no puedo hablar con ellos. Yo a mis papás los quiero mucho y no los quiero matar de un infarto.

Empecé a quererlos más que nunca. A valorarlos como personas, no sólo como papás.

Ahora, cada vez que paso unos días con ellos, aprovecho cada segundo al máximo. Cuando converso con ellos, no sólo hablo, también los escucho. Cuando me río con ellos, es más en serio que nunca. Y los admiro por seguir juntos. Cada quien con sus cosas, tan diferentes, pero tan complementarios.

Ellos siempre van a tener una insaciable necesidad por saber cada detalle de mi vida (y llamarán en el momento menos indicado para hacerme un interrogatorio). Siempre van a sentirse orgullosos de mis logros (por insignificantes que puedan ser para mi, mi nombre siempre aparecerá adornado con halagos en reuniones familiar y sociales. Aunque yo no esté ahí para escucharlo. O mejor dicho, precisamente por eso, porque yo ya no estoy tan cerca). Y tampoco podré librarme de un arsenal de apodos bastante tiernos, pero un tanto vergonzosos, que ellos crearon para mi a lo largo de mi niñez (y aunque haga todo lo posible para que no mucha gente los descubra, siempre habrán algunos que se cuelen por ahí).

Felizmente, he llegado a una clarísima conclusión: Mis papás siempre van a ser mis papás. Aunque ahora ya no puedan cargarme en brazos, darme de comer jugando al avioncito, leerme un cuento en las noches, ni tampoco castigarme.

Me muero por ellos. Esa es la purita verdad.


Escrito por Pásame un kleenex.

lunes, 17 de marzo de 2008

Waking photo


David viaja en bus, en la 73. Está parado junto al asiento del pasillo de la cuarta fila de la izquierda y escucha la música que seleccionó aquella mañana para su ipod, al que se le acabará la batería un minuto y trece segundos después.
El bus se encuentra no tan lleno pero sí con gente parada, los pasajeros viajan no tan apretados pero sí rozándose eventualmente sobre todo cuando el audaz conductor decide aumentar la velocidad y realizar alguna maniobra osada. Los pasamanos de metal están cubiertos y humedecidos por el sudor característico de la palmas de las manos en un mes tan caluroso en Lima como Febrero. Las ventanas de la 73, como de costumbre en verano están cerradas, lo que permite que el olor que ya se convirtió en hedor deambule casi suspendido a manera de nebulosa a lo largo de todo el vehículo.
Junto a David se encuentra parado un señor de cincuenta y tres años que en los últimos dos minutos y treinta y siete segundos se durmió nueve veces practicando el clásico rebote de cabeza de cualquier descanso en transporte público en movimiento. La chica, que está sentada en el asiento del pasillo de la quinta fila de la izquierda cede el asiento al soñador vertical al noveno rebote. El señor coge sus bolsas y asombrado por la amabilidad de la chica se sienta sólo para seguir durmiendo, David maravillado por el gesto de amabilidad sonríe a la chica que ocupa el puesto del señor. David se da cuenta de la presencia de las otras personas en el bus, nota también los rasgos y gestos fácilmente estereotipables y encajables en algún prejuicio a primera vista.
En este preciso instante, un chico equis sube a la 73, se para al inicio del pasillo, saca una cámara, toma una foto y se baja; la batería del ipod se acaba, David se quita los audífonos, vuelve a sonreír a la chica, es correspondido; un señor con un niño en brazos sube por la puerta trasera y nadie le cede el asiento; la señora del asiento junto a la ventana de la octava fila derecha habla por teléfono con su hija, la que estuvo en el ginecólogo dos horas antes; el hombre del asiento de la ventana de la décimo primera fila izquierda bosteza mientras habla con su primo; el chico que está a su costado escucha The Mars Volta desde su reproductor de mp3; la pareja que está parada junto a los asientos del pasillo de la décimo sexta y décimo quinta fila conversa sobre la salida del día siguiente; el señor parado junto a la ventana de emergencia piensa cómo le explicará a su esposa el por qué lo despidieron; un chico imagina cómo será la premiación de la siguiente semana cuando gane el premio Alfaguara de novela; el del asiento de la ventana de la sexta fila piensa en la beca que obtuvo para estudiar ingeniería genética en Estados Unidos; la chica del asiento del pasillo de la cuarta fila piensa en el campeonato latinoamericano de ajedrez que ganó el año pasado; el sujeto que viaja parado junto a la puerta trasera estudia a los demás pasajeros buscando al más robable; el chofer, que engaña a su esposa, que además es la cobradora, piensa en pisar el pedal a fondo en la avenida 28 de julio en Miraflores para recuperar unos segundos antes de llegar a Barranco.

¿Todas estas historias y las de los demás pasajeros habrán sido captadas por el chico que subió y tomó la foto?

¿Cómo sería si la chica que está sentada en el asiento del pasillo de la cuarta fila derecha tomara una foto en este instante?, ¿cambiaría el punto de vista y por consiguiente el conocimiento sobre la vida de cada uno de los pasajeros?


Escrito por siete segundos de una fotografía fugaz.

martes, 4 de marzo de 2008

El Amor en los Tiempos de la Diabetes .


Sí, a ti te hablo, al que le encanta ventilar en su nick que ama, que quiere, que chapa. Eres meloso ¿lo sabías?, das cólera.
Le echas la culpa al destino de tener alguien que te soporte: El destino es cómplice de nuestro amor. Me das asco, qué melcocha eres por Dios.
Te odio desde que pones TE AMO en letras altas y negras. ¿Por qué me tengo que enterar que la amas? ¿Me importa, acaso? No seas tan obvio, microbio. Guárdate esas frases fáciles cuando lleves a tu cuero al Norky’s.
¿Por qué no lo escribes en una banca del parque de Chaclacayo para que nadie te vea?, o con tu liquid paper, encorazonen sus nombres en un asiento de la veloz 73.
Quiero saber por qué lo haces. Por qué esa necesidad de trovador herido sin talento, de emular a tu ídolo: Arjona.
Lo haces para que te pregunte ¿no?, para que sonría por el más honesto y profundo de tus sentimientos. ¡No jorobes!
Pon una banderola en la cola de una avioneta y que vuele por Agua Dulce, Los Pavos y La Herradura. Sí, mejor haz eso, es más romántico, más original, más tú…HUACHAFAZO.
Te amo, seguiré adelante por ti. ¿Por mi? ¿Qué? ¿Qué hablas oe? ¿En verdad crees que a tu chica le gusta que le digas eso? ¡Hazte ver! Ya te dijo que no, ya te choteó (ya sé por qué) y tú debes seguir con tu vida pero no se lo digas a ella ni a nosotros, hermanito. No eres Paris Hilton, tu vida privada no nos interesa.
Este me encanta; Te quiero mucho, mi alma de repuesto. Ahora estar enamorado es como ir al mecánico. Si tu alma no responde, te la cambian por otra. Qué papaya. Falta que te pregunten: ¿original o genérica? ¿dónde la conseguiste, en Mitsui o en San Jacinto?
Pero Eres lo mejor que me pasó en la vida es un hit, uno de Radio Ritmo Romántica. No fue el Sublime, no fue el Ceviche de Conchas Negras de la tía Gladis, no fue la Chita al Ajo de Sonia, mucho menos el helado de lúcuma de D’Onofrio, no fueron los Jotitas, no fue la zurda de Cueto, no fue Machu Pichu…para ti fue ella, tu vecina seguro. Pero, ¿cuántos años tienes para decir que ella es lo mejor que se te cruzó en el camino? Por tu culpa, sí, por tu culpa, necesito insulina chochera.

Por alguien que si te ve en la calle te atropella.
Coloreado por Liniers (¿alguna vez fuiste meloso como él?, dime la verdad)
.

martes, 26 de febrero de 2008

¿Qué pasa cuando no pasa nada?


Cuando lo que pasó ayer, pasa hoy y pasará mañana.
Y eso que pasó, es que no pasó nada; o al menos nada digno de merecer un espacio en tu memoria. Nada digno de ser contado con emoción, nada que requiera una llamada de madrugada.

¿Qué pasa cuando te levantas, pero no te despiertas?
Cuando todo parece más lento, pero los años se pasan más rápido.
Cuando se te empiezan a confundir las fechas, un año y otro se mezclan, por una misma y repetitiva razón: no pasó nada. Nada especial, nada notorio. Tu vida no es noticia.

Nadie te hizo llorar. Nadie te odia. Nadie está obsesionado contigo. No te botaron del trabajo. No tienes una enfermedad terminal.

No vas a tener un hijo. No te vas a casar. No has decidido mudarte a otro continente. No vas a dar la vuelta al mundo trepado en un globo aerostático. No estás a punto de recibir una herencia millonaria, ni tampoco te ganaste la lotería.

Nadie nuevo te llama. No te llega un mail de alguien especial. Nadie llena el buzón de entrada de tu celular con mensajitos cursis.

Y la rutina te empieza a hablar. La rutina te dice: Abre los ojos. Mira el reloj-despertador. Golpea al reloj-despertador. Date cuenta de que ya es la hora en que tienes que levantarte. Date la vuelta. Vuelve a dormir por unos minutos. Despiértate sobresaltado. Sóbate los ojos. Levántate. Camina al baño. Mírate en el espejo. Asústate un poco por esos pelos parados. Métete a la ducha. Dúchate. Sal de la ducha. Sécate. Camina al cuarto en toalla. Abre las puertas del clóset. Escoge qué ponerte. No te demores tanto en escoger qué ponerte, vas a llegar tarde. Vístete. Camina a la cocina. Abre el refrigerador. Cierra el refrigerador. Abre el refrigerador. Cierra el refrigerador. (No, no hay nada para tomar desayuno, no vuelvas a abrir el refrigerador). Date cuenta de que estás tarde. Apúrate. Sal a la calle. Cierra la puerta. Transpórtate a tu trabajo. (Si tienes carro, en carro. Si no tienes carro, piensa: ¿por qué no tengo carro? Y toma un taxi, un micro, una combi o simplemente camina). Quéjate del tráfico. Llega a la oficina. Saluda al guachimán. Marca tarjeta. Prende tu computadora. Revisa tus correos. Piensa: “¡Qué flojera! Recién es lunes”.

Por otro lado, estás tú. Pero tú, a la rutina no le dices nada. Simplemente la escuchas y te quedas callado. Como cuando alguien más te cuenta una historia que no es la tuya.

Hasta que un día, cualquier día, te sale una especie de poesía desde adentro, desde las profundidades de tu hartazgo. Y no se la recitas a nadie, no se la cuentas a nadie. Sólo la escribes y la lees para ti mismo. Y la lees para ti mismo. La lees y la lees.

“Tengo el corazón apolillado
los labios adormecidos
y el ánimo desinflado.
Necesito una transfusión urgente de emociones.” (bis x 3)

Inmediatamente después, te das cuenta de que lo único que estás haciendo es quejarte, o peor aun, auto-compadecerte. Por eso, decides cambiar algo en la rutina. No todo, sólo algo.

Clases de salsa, un nuevo idioma, salir en la noche un día que no sea fin de semana, cocinar para alguien, una llamada al extranjero, un mail, una reunión en tu casa. Decidir, decidir cambiar. Decidirte y hacer algo.

¿Qué pasa cuando no pasa nada?
Cuando no pasa nada, no pasa nada.
Pero después de que te haces esa pregunta y buscas cómo responderla, yo creo que empiezan a pasar cosas.


Escrito por Homo sentimentalis.

domingo, 17 de febrero de 2008

El Joven Wilson


En el cruce de la avenida 28 de Julio con Wilson (también conocida como Garcilaso de la Vega) existe un paradero de micros, buses y combis, uno de los pocos que aún son utilizados formalmente en el centro de Lima.
Quizá este cruce sea uno de los puntos de encuentro más frecuentes en la capital, todas y cada una de las líneas de transporte público legales o no legales pasan por ahí. Su cercanía al Parque de la Exposición, al Campo de Marte, al Lawn Tenis, al MALI, a Polvos Azules, al coloso de José Díaz, a la carretillera que vende hamburguesas y chorizos fosforescentes, al sujeto de chaleco verde y celulares colgados, al chifa-pollos-a-la-brasa-hostal Salón de Té, etcétera, permite que muchos enamorados, comerciantes, compradores, transeúntes y demás(es), coexistan fugazmente por aquellas pistas y aceras.

Percy Linares, un tanto escéptico y nervioso, esperaba impacientemente a la chica que conoció en un night club la noche anterior. La chica, que encaja en el perfil tradicional de vedette (peruana), había sido atraída por el bigote perfecto de Percy Linares, típico de cualquier agente de la PIP; también, por aquella raya al costado en el cabello “engominado” y por los zapatos negros de charol, a lo que se le suma su condición ineludible de árbitro de primera división del fútbol nacional. Habían quedado a las 3:17pm, el reloj Casio con calculadora daba las 3:19pm, Percy Linares se mostró más nervioso aún, inclusive más que aquella vez que los jugadores del Aurich se le vinieron encima porque les cobró un penal dos minutos antes de terminar el partido. 3:21pm, escepticismo y nerviosismo creciendo descomunalmente.

Al otro lado de la avenida, Ingrid Rojas (también con perfil de vedette peruana, pero con un poco más de trayectoria que la chica que conoció Percy Linares), esperaba ansiosa la llegada del galán del día. Aquel, con quien ese domingo saldría a pasear por el Parque de la Exposición, comprarían un helado que compartirían románticamente, verían las ferias de artesanías, le darían de comer a los peces, asistirían al concurso de perros y en la noche al concierto de Deywid y su Orquesta Tropical. 3:23pm, el galán no llega y los tacos de plataforma transparente empiezan a desgastarse sobre la acera.

El semáforo peatonal cambia a verde, Raúl Spencer, experimentado Valet Parking en Ocean Drive regresó a Lima después de cinco largos y extenuantes años en Miami. Mientras cruza las rayas blancas piensa en que le será imposible recoger del aeropuerto a su muy querido amigo aquella noche. Busca algunas monedas en su bolsillo pero sólo tiene una china, cincuenta céntimos, media luca o cincuenta cobres; termina de cruzar, y ve al sujeto de chaleco verde y celulares colgados.

3:25pm, el Joven Wilson, también conocido como el-sujeto-de-chaleco- verde-y-celulares-colgados, apoya su espalda y coloca un pie contra la pared. Percy Linares e Ingrid Rojas (desprovistos de sencillo) y Raúl Spencer (provisto de una china), se precipitan sobre él clamando por los celulares sujetados por cadenas que a manera de tentáculos se desprenden de su chaleco verde. El precio por medio minuto: cincuenta céntimos.
Cada uno marcó ocho números, cada uno apretó send, cada uno empezó a hablar, cada uno sostuvo el celular conectado por una cadena al chaleco verde y todo esto al mismo tiempo, en aquel preciso instante en el que el Joven Wilson pasmado se sacaba un moco, la carretillera vendía una hamburguesa royal fosforescente y una pareja desconocida pagaba su pollo a la brasa y subía al hotel.


Escrito por ocho minutos en el paradero esperando a la 73.

lunes, 4 de febrero de 2008

La mejor amiga de Woody Allen.


9:01

Aún no me llama y en la espera, desespero. Me pongo nervioso, aún más, y empiezo a pensar que nunca lo va a hacer, no me va a llamar.
Pactamos las siete como la hora en la que ella, Isabel, me llamaría para aterrizar en mi casa, en mi cama, a ver una película.
Estuvimos hablando desde comienzo de la semana, sí, qué buena idea ver una pela, ¿toda la noche?, sí, claro, ¿por qué no? Hay una de Woody Allen que me encanta y de hecho morirás de risa cuando la veas. Perfecto, porque no quiero que me veas llorar, soy muy sensible.
No llamaba, no llegaba. ¿Y si la llamo? No, mejor le mando un mensaje de texto. Hola Isa, ¿dónde andas? Send.

9:13

Antes de llegar a casa compré una botella de vino. Dice: Cabernet Sauvignon, maridaje ideal con carnes rojas y quesos. Aroma a moras y pimiento rojo, con notas de eucalipto y canela. Sabor de buen cuerpo, redondo y consistente. Alguien me dijo que el vino, hasta para ver una película, es un buen detalle. Le hice caso, claro, y me gasté los últimos diez dólares que tenía en el bolsillo. La noche tenía que ser perfecta.
“Everything You Always Wanted to Know About Sex *But Were Afraid to Ask” de Woody Allen, vino frutado y redondo (¿?), Dipas con guacamole, un chocolate Princesa, mi cama de plaza y media, la luz apagada y la puerta cerrada. Todo listo, sólo faltaba lo más importante; ella y sus ganas de tomar vino, comer Dipas con palta, reírse con Woody Allen, morder un poquito de Princesa, apagar la luz, cerrar la puerta y atreverse a besarme en mi cama.
¿Isabel, dónde estás? Mejor te llamo.

9:15

Hola chica, ¿dónde andas? ¿todo bien? Sí, perdóname pero aún sigo en la oficina. Tengo tantas cosas que hacer. No, tranqui, no te preocupes, pero vas a venir ¿no? Sí, claro, déjame terminar y estoy en tu casa en un rato. Perfecto, he comprado una botella de vino. ¿Ah, sí? ¡Excelente! Ya llego.
El color me volvió al cuerpo. La emoción positiva, también. No iba a ser uno de los infortunados hombres humillados por una mujer esa noche de jueves.
Esta era mi última oportunidad de saber qué quería con Isabel. Me gustaba; era linda, muy linda, muy divertida, inteligente. Pero no era de aquí ni de allá y además, ese sábado, dos días después de nuestra cinematográfica cita, regresaría a su país luego de tres meses en la capital y alrededores.
¿Qué pretendía hacer con ella? No sabía cómo responder tremenda pregunta. No sabía qué iba a pasar pero había preparado todo para que pase algo. Algo.
La conocí en el cumpleaños de una amiga. Conversamos, nos caímos bien. El lunes, dos días después de que los astros decidieran juntarnos en Lima-Perú, me atreví a mandarle un mail presentándome en un nivel más sobrio y sensato. Hola Isabel, sí, soy yo, el sujeto que no paró de hablar contigo el sábado en la noche. Sí, aquel al que aguantaste más de lo debido, creo. Te invito a salir uno de estos días. Un café podría ser. Sería divertido reírse de nuevo. Avísame si te provoca.
Dos horas después de intrigante emoción, llegó un mail de Isabel, tal vez, el correo más expectante del día en el mundo mundial. Me dijo que ya, vamos a tomar un café el jueves, ¿te parece? Desde entonces nuestra comunicación fue bastante fluida. Correos, mensajes de texto, salidas esporádicas, largas caminatas nocturnas pero nunca, jamás de los jamases, me atreví a tocar su mano, a pasar su cabello por detrás de su oreja, a susurrar en su oído, a acariciarle el rostro, a pasar mi brazo por su cintura, y claro, muchísimo menos, a besarla. Si tenía que pasar algo sería ahora, right here, right now ¿no?

9:19

Mensaje nuevo. Abrir. Ve abriendo la botella de vino, ya estoy en camino.
Punto para Perú.

9:24

Películas: listas. Comida: lista. Vino: listo. Yo: no sé si lo estoy. ¿Debería estar listo para algo? Me cago en los nervios, y aún no sé por qué. Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing. Ya llegó. Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

9:25

¿Hola?
Soy yo.
Ya te abro.
La recibí sin zapatos, relajado. Fui hacia la cocina a traer las copas para tomar el vino eucalíptico y acanelado. Al volver, observé a Isabel entrar a mi baño. La vi entrar sin zapatos. No miento, me volvieron los nervios de inmediato. Todo, absolutamente todo se estaba confabulando para que la noche sea más que interesante. Más labial que nunca.
Apreté play y apagué la luz. Cogí la botella de vino con mi mano temblorosa, con la que sufría Parkinson. Luego todo mi cuerpo se infectó de ese temblor; estaba telúrico. Tenía nervios, tenía miedo, y hasta ahora no sé por qué.
¿La beso o no la beso? ¿Me acerco más o aquí estoy bien? ¿Subo el volumen para que nadie escuche nuestros besos en stereo o al contrario, lo bajo para que el ambiente se romantice? ¿Y si me mando? ¿Y si no? ¿Si le digo que es linda, que me gusta, que me gustaría que se quede a vivir en Lima conmigo?
Mejor no digo nada. Mejor me callo. Mejor habla tu Woody, lanza tus ocurrencias, se los más gracioso que has sido nunca jamás. Quiero que Isabel se ría, quiero reírme con su risa, ¡hazlo, vamos! De lo demás me encargo yo. ¿Ahora? No, más tardecito. Quiero aprenderme su risa de memoria.

10:08

¿Más vino?
Sí por favor.

10:28

Gracias Woody Allen. Gracias.

10:43

Luego de reírnos, tomarnos media botella de vino, comernos media bolsa de Dipas, morder un poquito de Princesa y compartir un Lucky Strike, terminamos de ver la primera película de la maratón.
Aún no te vas ¿no? No, si quieres podemos ver otra. ¿Has visto Manhattan? No, no he visto casi nada de Woody Allen. ¿Quieres verla? ¿Qué hora es? Veinte para las once. Sí, todavía es temprano. Play. ¿Quieres más vino? Sí, claro.
Ni bien salieron los actores en esas maravillosas escenas neoyorquinas en blanco y negro, empezamos a conversar. Y no paramos. Le conté la historia de Woody y del polémico romance con su hijastra y ahora su esposa. Ja!, que pendejo me dijo en correcto peruano. También de lo complicado y a la vez sencillo que es tomar la decisión de salir de tu país para ir a otro completamente extraño y estudiar, trabajar y vivir.
Bajé el volumen porque la película dejó de ayudar. Ahora distraes Woody. ¿Por qué no te callas?

11:57

Aún no la beso. Sigo manteniendo la misma distancia desde hace dos horas. Mi cuerpo está estático, no puedo acercarme más; a pesar de que me he soltado, de que estoy menos nervioso. Pero igual siento nervios porque siento presión de hacer algo más. De saber hasta dónde puedo llegar con esta europea que aterrizó sin escalas (y sin zapatos) en mi cama.
Ella sigue hablando y yo no la entiendo a pesar de que habla en un perfectísimo español. No la quiero entender, solo la miro, la observo, estudio al milímetro su sonrisa, sus gestos, su manera de mover los labios, de abrir y cerrar los ojos, de cómo mueve sus pestañas, de su respiración lenta pero intensa, ¿dije de cómo me sonríe?
Perdón.

12:55

Isabel se para y va hacia el baño. Yo me paro y voy rumbo a la cocina a traer unas servilletas. Durante el camino, que es muy corto ida y vuelta, pienso que debería ser un poco más hombre, más varón. Demostrar que un chico como yo puede, sin ningún tipo de interés, demostrarle a esa chica que está jugando en cancha de visita y la que tiene que sentir la presión es ella y no yo. Lo pienso. Pero cuando llego a mi cuarto ella está ahí en mi cama, apoyando su espalda contra la pared. No hago nada más que reírme de mi, de una oportunidad que no se va a concretar. Lo sé. Si ella no hace nada, yo no haré nada.
Perdedor. ¿O realmente no quería hacer nada?
Ya no sé.

1:15

Creo que ahora sí me tengo que ir, mañana es mi último día en el trabajo. Pucha, bueno, si quieres te acompaño caminando, ¿quieres ir caminando hasta tu casa? Sí, por qué no.
Cuando Isabel se paró y empezó a salir de mi cuarto vi como una oportunidad se me iba también. Pero no me sentía mal. Al contrario, la había pasado muy bien. Fue un jueves diferente, uno de esos que necesitaba tanto. Caminando por el frío Malecón de Miraflores esa madrugada, luego de despedirme de Isabel con un abrazo y un honesto beso en el cachete, me puse a pensar en lo que había hecho. O en lo que no había podido hacer. Creo que no es tan grave. La situación era la esperada: vino + cama + cigarrillo + película + puerta cerrada + cuarto oscuro = beso. Pero ¿por qué? ¿Por qué todo tiene que ser tan obvio? No lo sé.
Pero lo que sí sé es que ahora tengo una buena amiga que adora las películas de Woody Allen.

Escrito con crayola
Pintadito por Liniers (Con este empezamos, ¿no che?)

domingo, 27 de enero de 2008

“sólo para caballeros” (o “solo pe`, caballero”)


valencia era una ciudad pequeña, “te va a gustar, es miraflores grande”, alguien me dijo antes que me fuera para allá. tuve suerte, hice grandes amigos en poco tiempo. era un grupo reducido, pero, como valencia es una provincia, todos están a la vuelta de la esquina. además, tenías que tener muy mala suerte para no tener un bar debajo de tu depa. así que, al salir del trabajo o de los estudios, nos podíamos juntar rápidamente a tomar una cerveza o a ver una película; a desahogarnos del día a día con chismes, secretos y, lo más importante, rajes; a reírnos con “house” o a deprimirnos con “grey´s anatomy”, pero siempre en compañía de alguien.
fueron nueve meses, un embarazo. sin embargo, más que parir cualquier cosa, tuve que partir: de regreso a miraflores, al de verdad.
cómo termina un joven, solo en casa, un viernes en la noche, mirando “alta fidelidad”? cómo termina un limeño más solo en su ciudad que cuando vivía fuera de ésta? la chica que quiere invitar a salir ya sale con otro; la chica que llamó después de enterarse del punto anterior tenía un compromiso familiar; gracias al verano, sus amigos estaban fuera de lima o tenían qué hacer con sus parejas. al salir de la oficina alguien le preguntó por su edad, la reacción a la respuesta fue la siguiente: “veintitrés años?! ya quisiera tener veintitrés años carajo! no sabes lo que estaría haciendo!” ya huevón…
viernes y sábado perdidos, pero comenzó otra semana y listo, encontré dos patas con quién salir. parados frente a la barra de una bodega vieja en barranco, con chelas en mano, uno pregunta, “es cierto que en esta zona del bar no te dejan sentarte en las mesas, al menos que vengas con una chica?” como mi amigo no ha vivido su época universitaria en lima, esperaba una respuesta rápida de los otros dos, supuestamente más limeños que el carajo, pero la verdad que no teníamos idea: las pocas veces que habíamos ido a ese bar había sido con una dama de compañía y no me refiero a “aquellas”, sino con alguna amiga. nos fijamos en las mesas y, efectivamente, todos los grupos sentados en ese sector contaban por lo menos con una fémina.
a la tercera jarra, una mesa se desocupa. el curioso dijo, “a ver, vao` a probar”. lo seguimos hasta la mesa y, antes que pudiéramos poner nuestras manos en las sillas, el señor de los sánguches, con cuchillo en mano, nos dice, “sólo para caballeros, al fondo”. una jarra más y nos quitamos.
en mi corta vida he sido discriminado por varias cosas: en el colegio, por lorna; en mi casa y algunos lugares públicos, por fumador; en los deportes, por torpe; pero eso sí, esta era nueva: era la primera vez que me prohibían sentarme en una mesa por no estar con una chica, dios, qué patético.
días después traté de salir solo. regresé a la vieja bodega. me pedí una cerveza y creí estar acompañado porque había otra persona solitaria en la barra… hasta que llegó su pareja.
me sentí un extraño, observado, un bicho raro, ni siquiera al nivel de una mosca de bar. llamé a un amigo. nos fuimos a tomar a otro lugar y me encontré con mi ex. mi amigo, prudente, se quitó y nos dejó solos. nos hicimos compañía aquella noche. claro, estábamos de fin de semana, era barranco y ella vive por mi jato, en miraflores. si lima sólo fuera barranco y miraflores… pero no lo es y esta vez me quedo más de nueve meses.
ahora, sábado en la noche, todo el mundo en la playa, la mayoría con sus parejitas y, felizmente, ahí tenía algunas películas que aún no había visto y este texto pendiente que le prometí a un amigo.
solo pe`, caballero…


escrito por una fiebre de sábado por la noche.

lunes, 21 de enero de 2008

Mis respetos, señoritas minifalderas









"Mini es un jean
pedacito de tela
que se ponen las mujeres
para… provocar

Flacas, gordas
con su mini mini
Ouuuoooo oooooh"




El verano llegó llegó, con el sol y con el calor. Pero yo –con las minifaldas- no puedo. Se ven lindas, súper sexis y todo, pero hay que tener actitud de minifaldera para poder ponerse una minifalda con convicción.

Una falda tan mini, en un horario post-playero, se me hace difícil de imaginar. Sobretodo si el cuerpo en el que tiene que ubicarse ese pedacito de tela, es el mío. Salir a juerguear bieeeeeen a la minifalda es algo que nunca he podido hacer. O al menos, todavía no. Pero quién sabe, quizás algún día me rebele contra mis propias censuras anti-exhibicionistas y aparezca caminando por la vereda con el buen taco 10, la mini recién comprada y el 'tumbao' preciso para atraer la mirada de toda la comunidad.

A continuación, seguramente entraré a una discoteca de moda, procederé a escoger a uno de los diez moscardones que se aglomerarán a mí alrededor y bailaré "cheek-to-cheek”, “torax-to-torax”, “leg-to-leg”. Al compás de una canción de lo más melosa, que además tendrá un coro pegajoso y los dos cantaremos a coro.

Pero por ahora me tendré que resignar, ver cómo otras lo hacen y sentir envidia. Me encantaría ser una minifaldera de pura sepa, pero hay que ser realistas, no me sale. ¿Qué se le va a hacer? Me siento más cómoda con mis cucufatonas faldas a media pierna. O en algunos casos, en un acto de sorprendente osadía, usando las faldas por encima de la rodilla.

Aprovecho esta oportunidad para hacer un especial reconocimiento a todas aquellas señoritas que sí lo hacen, que se ponen su buena mini sin hacerse tantas paltas. Probablemente pertenezcan a una raza superior, más vehemente.

Y es que en verdad está clarísimo. No es un tema de cuerpo, es un tema de actitud. La canción no se equivoca, no sólo las flacuchentas usan este vestuario. Algunas simpáticas señoritas, ricas-y-apretaditas, también hacen gala de su gracia, derramando lisura a su paso; cual limeña salida de “la Flor de la Canela”.

Tres hurras por Mary Quant, la diseñadora inglesa que pasó a la historia y causó furor con la presentación en sociedad del fetiche y símbolo de la década del 60. Han pasado más de 40 años, pero me imagino que los varoncitos le estarán eternamente agradecidos.
Hip hip...

¡Las minifalderas tienen el poder! No hay nada más que decir.


Escrito por Una minifaldera en potencia, es sólo cuestión de tiempo.

jueves, 17 de enero de 2008

Gracias


Gracias por el agua con gas y las sobras de las tazas de café cuando era niño, gracias por mis primeros Legos, Playgos, Playmóviles, Thundercats, G.I. Joes, Tortuninyas, trenes eléctricos, autos a control remoto y gracias también por aquella pelota de fútbol que nunca aprendí a utilizar.
Por aquellos viajes al sur que recuerdo vagamente, por aquellos flashes equiparables a recuerdos de mis días en el kinder, por dejarme sostener el timón del auto a los seis años, por conocer a Hitchcock a temprana edad, por no poder caminar junto a una paloma gracias a Hitchcock, por aquella cámara descartable que fue mi primera cámara y que me dio mis primeras fotos.
Gracias por mi primera ida al cine, por aquel libro de Hemingway ilustrado por Dalí y por decirme quién era Dalí y todos ellos.
Gracias por aquellos vasos con agua durante la madrugada, gracias por dejarme dormir hasta tarde y gracias por no imponerme los desayunos al amanecer durante las vacaciones.
Gracias por aquellos cumpleaños en el Rancho, lugar del primer beso en los labios.
Gracias por mi primera cámara con película, y por aquel libro de cómo tomar fotos (equivalente a uno de fotografía para dummies).
Gracias por llevarme al estadio, por mi primera camiseta, y por mi primer conchatumadre desde una tribuna.
Gracias por mis tardes de fútbol con aquella pelota que no sabía utilizar, por los libros que habían en la casa y que pude leer, gracias por revelar las fotos que tomé con aquella cámara de película, por las cenas navideñas llenas de bromas y por no obligarme a ir a misa.
Gracias por llevarme de viaje fuera del país y gracias también por ir a todos lados dentro del país, caminando, en bicicleta, en auto o en bus. Gracias por mi primera bicicleta, skate y también por aquellas Allstar, que fueron las primeras.
Gracias por mi Nintendo, por mi Súper Nintendo, por los Beatles en vinilos, por el ceviche, por la comida criolla (excepto el Cau Cau), por el Chifa, las pastas y las carnes rojas sangrantes.
Gracias por Ribeyro, Ciro, Verne, Vargas Llosa, Cortázar y Bryce. Por mi primera chela y por mi segundo whisky.
Gracias por Tres Patines, por El Chavo, por la Serie Rosa, por Dos super policías, Dos puños contra Río, Don Camilo y todas las películas de Bud Spencer y Terence Hill, por Porky’s y por la Venganza de los Nerds 1, 2, 3 y 4, gracias también por dejarme ver televisión hasta tarde, por no decirme que me duerma y por no encontrar mis primeros puchos. Gracias por aquellas maratones de Nueva ola francesa, por Star Wars y Chaplin.
Y gracias por no deshacerse de mis Legos, Playgos, Playmóvils, Thundercats, G.I. Joes, Tortuninyas, trenes eléctricos, autos a control remoto y aquella pelota que nunca aprendí a utilizar.
Gracias por aquellos trece primeros años en el 885.


Escrito por dos horas de recuerdos de la infancia.

miércoles, 9 de enero de 2008

(Te) Odio.


Odiaba tener que pedirte, por favor, te sacaras las medias antes de tirar. Odiaba eso. Odiaba que te gustara tirar con medias y que me dijeras que me amabas después que caía rendido a lado tuyo. Odiaba que me amaras tanto, que tengas (no sé cuantas pero varias) fotos mías en tu cartera. Que fueras tan buena, que me aguantaras tanto. Odiaba que desearas pasar el resto de tu vida conmigo. Odiaba tu risa aguda, el exceso de grasa que descansaba ociosa arriba de tu cintura. Odiaba que tengas que trabajar los sábados y a veces, los domingos. Odiaba hacer las mismas cosas siempre; mi cama- el cine-el chifa-el cine-el chifa-mi cama-el chifa-el cine-mi cama. Odiaba no dormir contigo cuando quería dormir contigo. Odiaba tu cosmonáutica casaca celeste y tus vaqueriles botas negras. Odiaba que siempre tuvieras tanto frío y nunca tanto calor. Odiaba que uses esa esclava en la muñeca y odiaba la inicial de mi nombre en la esclava que usabas en la muñeca. Odiaba que siempre dependieras de mi. Odiaba que me llamaras por teléfono mientras trabajaba. Odiaba que no te gustara el mar y que no supieras nadar. Odiaba que me dijeras diminutivos llenos de edulcorante cariño frente a todos, por teléfono o al oído. Odiaba cuando decías que querías aprender a cocinar. Odiaba que no supieras cocinar. Odiaba que no usaras falda. Odiaba que no hicieras deporte y que tu talento oculto no lo encontraras aún. Odiaba cuando te ponías a llorar frente a mi y el asmático sonido nasal que hacías mientras llorabas. Odiaba cuando llorabas por culpa mía. Odiaba que a tus amigos les dijeras amigo o amiga, y que tuvieras pocos amigos.
Odiaba que me llames cuando estaba chupando con mis amigos. Odiaba pelearme por eso. Odiaba que nunca leyeras y que siempre pidas mis libros. Odiaba que nunca devolvieras mis revistas porque creías tener inmunidad de devolución por estar conmigo. Odiaba tu falta de curiosidad y tu exceso de discreción. Odiaba tus miedos. Y cuando me tenías miedo, simplemente odiaba que lo tuvieras. Odiaba que tu mayor anhelo sea comprarte un carro. Odiaba las letras de tus baladas favoritas y odiaba que las letras de esas baladas salgan de tu boca. Odiaba que siempre esperabas que te dé lo que no me nacía darte. Odiaba pelearme contigo y contigo pelearme odiaba. Odiaba tus incumplidas promesas de dieta. Odiaba tu impuntualidad femenina y tus vestidos de fiesta verdelimón. Odiaba tu falta de fotogenia y tu compulsivo deseo de tomarte fotos con quien se cruce en tu camino. Odiaba los rayitos rubios en tu cabello azabache. Odiaba que te pintes las uñas y en tus dedos, odiaba que te pusieras anillos. Odiaba que aplaudieras mientras reías. Odiaba que me dijeras ya vamos. Odiaba tenerte tanto. Odiaba tener que tenerte tanto. Odio extrañarte tanto.
(Te) extraño.


Exorcismo de alguien que no odia pero tampoco quiere.
Verdad Absoluta de Liniers (Che, ¿podemos ser socios?).

viernes, 4 de enero de 2008

2007 + 1


Un año más, un año nuevo, un año para hacer todas las cosas que quedaron pendientes, para que diciembre no nos vuelva a agarrar desprevenidos.

Para decir las palabras que se nos quedaron en la punta de la lengua.
Para hacer las cosas que no nos atrevimos a hacer.

300 + 60 + 5 días para levantarnos con el pie derecho y, a pesar de eso, meter la pata; pero con gusto, con la sensación de que realmente estamos viviendo.

8000 + 700 + 60 horas para hacer, literalmente, lo que nos dé la gana.

Para sembrar un árbol, tener un hijo o escribir un libro.
Para cambiar de look.
Para dormir, soñar y hasta tener pesadillas.
Para desvelarnos de pura emoción.
Para romper el chanchito y viajar tan lejos como podamos.
Para conversar con personas que aún no conocemos.
Para postular a una beca.
Para poner un negocio propio.
Para ir a un montón de conciertos y gritar hasta quedar afónicos.
Para aguantar dolores de pies después de haber pasado toda la noche bailando.
Para ver el amanecer, como consecuencia de una juerga o por simple inspiración.
Para ir a recoger a alguien especial al aeropuerto.
Para jurar amor eterno e inolvidable, de la forma más creativa y exagerada.
Para dar el beso más largo, tierno y melosamente cursi de nuestra historia como besucones.
Para aprender a coquetear.
Para llamar a los amigos que nunca llamamos.
Para ir a un reencuentro promocional del colegio donde alguna vez estudiamos.
Para sonreír, reír y carcajearnos, según amerite la situación y la compañía.
Para emborracharnos con nuestros mejores amigos y hacer nuevos amigos de puro borrachos.
Para aprender a bailar salsa, pero bien.
Para probar nuevos sabores.
Para hacer nuevas muecas.
Para convertirnos en el tío preferido de algún sobrino, aunque sea de cariño.
Para aprender a cocinar un plato, convertirlo en nuestra especialidad y creernos que en verdad "a nadie le sale tan rico".
Para hacer algo con la intención de cambiar el mundo, aunque parezca ingenuo.
Para hacer el ridículo, sin traumas post-hechos.
Para aprender algo nuevo, lo que sea.

Un año para dejar de pensar… que no se puede hacer tantas cosas en un año.



Escrito por la enemiga No. 1 de Agatha Lys (y sus predicciones para el 2008).
El comic es propiedad de Quino y nosotros nos seguimos haciendo los locos con los derechos de autor, el copyright, todas esas cosas.