miércoles, 26 de diciembre de 2007

Mande


Una putamadreada por cada paso antes de subir al avión. Un sujeto aeroportuario con guantes quirúrgicos en las manos revisaba mi maleta mientras me informaba de la existencia de una norma de seguridad que impedía viajar con líquidos y “geles” en el equipaje de mano.
Minutos antes, una máquina escaneadora había desnudado y prácticamente graficado en millones de colores un mapa del contenido de mi maleta.
El sujeto aeroportuario-con-guantes-quirúrgicos-puestos-en-las-manos extrajo la botella de pisco, léase líquido, que sería el regalo para el amigo que me hospedaría en Buenos Aires, el sujeto también extrajo una caja de pasta de dientes, léase gel, y simplemente se las quedó, provecho gente de migraciones.
Estaba retrasado para abordar, en realidad fui el último. Entré al avión, seguía con la putamadreada por cada paso, y cada uno de los pasajeros me miró, putamadreándome, mientras avanzaba con el excesivo equipaje que llevaba conmigo. Pasé por todas las clases hasta llegar a económica, corrí las cortinas, era tan tarde que ya habían corrido las cortinas separadoras, y seguí caminando.

Mi asiento: el 27J como siempre, intento utilizar el mismo asiento en todos los viajes, y claro, seguía con la putamadreada.

Seguí caminando, pero esta vez cada paso sirvió para darme cuenta de que había una chica demasiado buena sentada junto al que podría ser mi asiento. A lo lejos, y como en las clases de perspectiva, vi un rostro más que perfecto, me acerqué, seguí caminando ya sin putamadrear, y pude confirmar que estaba sentada en el 27H, junto a mi asiento.
Coloqué mi maleta en el portaequipaje simulando que no la había visto, que no la veía y que no la seguiría viendo. Supuse que estaba simulando o mejor dicho intenté suponer que estaba simulando, pues la aeromoza que también estaba buena me dijo que me sentara, mientras yo seguía viendo a la chica del 27H. Me senté, me coloqué el cinturón de seguridad, y durante un buen rato pensé: ¿por qué el J y el H están juntos?

Nos repartieron una hoja de migraciones, empecé a llenarla y la chica del 27H había volteado sólo una vez.
Mientras ella llenaba su hoja de migraciones yo, disimuladamente y con el cuello lo más extendido posible intenté ver cómo se llamaba.
Sacó un pasaporte verde, ¿de dónde será? Argentino no, parece argentina, pero su pasaporte era verde.
Terminó de llenar los espacios del nombre, dos números para la edad y ya, los datos básicos fueron revelados y seguí llenando mi hoja para que según mi simulación no se de cuenta.
¿De cuerpo? Bien. ¿De cara? Bien. Era algo así como una versión de Luisiana Lopilato pero en chiquita, menos de tetas, un poco menos de culo, pero igual estaba buena.
¿Qué le digo para empezar la conversación?, tiene que verse espontáneo.
No se me ocurría nada y mi hoja de migraciones ya se estaba acabando así que opté por lo más fácil: ir al baño.
Tenía el ipod puesto, bueno los audífonos, me los saqué y puse el ipod en el bolsillo del respaldar del asiento de adelante y le dije: estoy dejando mi ipod en el bolsillo, me miró y asintió con la cabeza.
Maldita sea no dijo ninguna palabra.
Fui al baño, una expresión de improvisación genuina que me sirvió para entablar el primer contacto con la chica del 27H. Regresé, vi su pasaporte mexicano sobre la mesita, por cierto ya habíamos despegado más o menos cuando me cuestioné la contigüidad de las letras de los asientos.
Hablamos de no recuerdo qué y noté su marcado acento mexicano, creo que fue la primera vez que conversaba durante tanto tiempo con alguien de México, era como estar viendo RDB, pero esta vez con volumen.
La conversación fluyó, pero mi atención se detuvo con una palabra que detonó y destruyó mi sentido del oído: MANDE.
No fue por la palabra, en realidad no fue únicamente por la palabra, fue por la entonación. ¿MANDE?, ¿MANDEEE?, sí, con la e alargada.
¿M-A-N-D-E?, ¿qué significará?, tal vez: ¿cómo?, ¿qué dijiste?, no tengo idea, pero ella decía mande, sí, M-A-N-D-E-E-E, con la entonación más nefasta de este planeta.
Seguimos hablando, pasaba el tiempo y la conversación se hacía más interesante, llena de coincidencias en las cuatro horas de vuelo.
Las posiciones cambiaron, subíamos las piernas, las bajábamos, me senté de costado mirándola, ella hizo lo mismo, estuvimos muy cerca y hasta pude percibir su delicioso olor. Me contó que había estudiado en un colegio católico, que había hecho trabajo social, que vivía frente al club de golf en el D.F., que su familia es muy unida y que todos los domingos va a misa. Nada en común, más o menos sería equivalente a una típica chica del Villa en Lima.
Mi nivel de interés iba decayendo, prefería mirarla en lugar de escucharla, sobre todo por la presencia de algunos M-A-N-D-E-E-E en la conversación.
Le pregunté qué estudia, me dijo comunicación. Manya, yo estudié comunicación.
¿Y qué te gusta de la carrera?, me dijo me gusta escribir y también fotografía. Manya, yo soy fotógrafo y también me gusta escribir.
Después de un rato, me dijo bueno también me gusta el cine. Manya, ¿esta palabra será tan detestable como el M-A-N-D-E?, a mi también me gusta el cine y estoy haciendo un cortometraje.
A partir de ahí simplemente la conversación fluyó aún más, nos olvidamos de las monjas villamarianas, de la obra social, del club de golf, de la aeromoza, de los tacos, de las enchiladas y de todo lo que nos rodeaba, inclusive olvidamos que estábamos en un avión, pero sólo hasta el siguiente ¿M-A-N-D-E-E-E?, aquel que interrumpió más que cuando recordó que tenía enamorado al ver las fotografías en su MacBook, otra coincidencia.
Las próximas dos horas de vuelo simplemente fueron las más rápidas que tuve, claro que con breves interrupciones de M-A-N-D-E.
Aterrizamos, bajamos del avión, hicimos juntos la cola en migraciones y nos despedimos en el lugar en el que se recogen las maletas.
Intercambiamos mails.

La extrañé un poco en el vuelo de regreso a Lima, fue largo o al menos así lo sentí, y antes de aterrizar percibí otro olor, pero esta vez a sopa fuchifú proveniente del oriental descalzo que dormía a mi costado.


Escrito por 3 horas y 53 minutos de un vuelo de regreso interminable.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Querido Papá Noel, dos puntos


Quiero un iPhone, un iPod de 160 GB, una MacBook Pro, un VW Kombi Westphalia, una Monark contrapedal, un televisor Bravia de 40 pulgadas, regresar a La Habana con un nuevo par de Havaianas verdes, mochilear por Europa y África, una funboard de 7 pies, el famoso Swatch del Che Guevara. Quiero el kit de cocina de Gastón Acurio, un alfajor de maicena gigante de la San Antonio, pasar sólo 20 minutos en Crisol, La Familia y Amazon para llevarme todo lo que pueda. Quiero ir a comer un helado de lúcuma al D’Onofrío de Miraflores con Scarlett Johansson, una mochila irrompible de mochilero, muebles nuevos para mi departamento y ropa nueva para mi cuerpo, un par de audífonos Sony como los que me trajo mi hermano Tito de Panamá, una suscripción anual a las revistas Gatopardo, Esquire, Communications Arts, AdBusters, Creativity, Rolling Stone, Colors, Spin y alguna otra por ahí que de hecho me olvidé. Quiero un colchón Rosen de 2 plazas y una cama made by Sachin, un PlayStation 3 con un montón de juegos violentos. Quiero una Polaroid, quiero tirarme de un paracaídas y caer al mar, quiero una batería así no sepa tocarla, una cámara fotográfica Canon Mark III DS y una filmadora Panasonic AG-DVX100B 3-CCD, un barril de cerveza y una máquina de golosinas en mi casa. Quiero una cama elástica, quiero una chica monga como yo, una parrilla en mi terraza, comprarle un globo amarillo a Scarlett Johansson mientras caminamos por el malecón, quiero un polo de un dibujo del Che Guevara usando un polo de Bart Simpson, un USB de 4 GB, una memoria externa de 500 GB, quiero un proyector, quiero que Scarlett Johansson me invite un pie de limón en las Mesitas de Barranco. Quiero pasar también 20 minutos en Virgin Store de Londres con mi carrito de compras gratis. Quiero una entrada para ver a los Rolling en Buenos Aires, quiero tener que usar todas las Lonely Planet, quiero salir en un capítulo de los Simpsons, quiero un terno a mi (corta) medida, quiero un mouse óptico con bluetooth, que Charito de Polvos Azules me diga flaco, llévate todo. Quiero unos lentes de sol que me queden bien, el Magic Bullet (sí, esa licuadora que sale en la tele), una mesa de ping pong, quiero banda ancha (y no la mierda de Telefónica), quiero una gorra con tela de sombrero o un sombrero con tela de sombrero.
Bueno y ya no te pido la paz mundial porque esa te la piden las reinas de belleza y no se las traes, ni tampoco amor eterno porque no te voy a pedir cosas que no existen. Soy conciente pe varón.


Por El Ayudante de Santa
Dibujito cursi de Liniers (sólo me queda decirte muy feliz navidad y próspero año nuevo, che)

lunes, 17 de diciembre de 2007

Hoy te vi.


Hoy te vi. Era la décima octava vez que caminaba por la cuadra 1 de Porta y te vi. Estaba cruzando la Av. Benavides y noté tu casaca de jean. Hablabas con alguien a la altura del número 170. Seguí caminando pero entraste al edificio. No aceleré el paso, no te avisé, solo sonreí. Pasé a la acera de enfrente a preguntar por papel fotográfico. Me han regresado las ganas por tomar fotos y, al parecer, por escribir también. Qué fácil salgo de mis crisis, ¿no crees? Pero no tenían el papel que buscaba y volví a la Benavides para subirme a una combi. Seguía sonriendo por el "casi" del encuentro, por la posibilidad de que ocurra. Ya sé que el casi es fácil cuando el ascensor que lleva a los pisos impares de ese 170 está en la misma calle que este piso par en donde ahora vivo, pero la emoción es la misma. Como cuando La Maga pasa frente al bar en donde Oliveira está desayunando, ella no lo ve y él no la ve a ella porque justo en ese momento se atora con un trozo de tostada y se acerca a la barra a pedir un vaso con agua. No estoy segura si esa escena la llegué a leer en Rayuela, pero son el tipo de casualidades que Cortázar suele escribir, y las que nos hacen soltar un "ay" como el que solté cuando vi tu casaca de jean. Porque era como si fuéramos dos personajes equis y yo estuviera leyendo el momento sentada en una banca. Además, no creo que a los personajes les ocurra solo lo que se lee de ellos entre las páginas que llevan sus nombres. Me gusta pensar que eso les puede haber sucedido en alguna calle de París, que eso nos puede pasar en alguna calle de Lima.

Y sentada a la ventana, viendo pasar semáforos, me imaginé a mi en algún otro lugar aún no pisado. En alguna de esas ciudades en donde a las 8 pm doblas en una esquina y te encuentras cara a cara con la luz perfecta, esa que te obliga a semicerrar los ojos cuando rebota en las calles empedradas, esa de las sombras alargadas, definidas, preciosas, como la de “cuatro guitarras y un violín para un baile de sombras”. Me pierdo, como siempre, y, como siempre también, voy leyendo paredes y suelos. No entiendo el idioma pero algo hace que me detenga. Reconozco algo. Un afiche en el que aparece tu nombre, porque claro, eres un músico super recontra famoso que va de giras por el mundo, y entonces yo, que nunca me entero de nada: "Percy Linares, Percy Linares... mmm, algo me suena ese nombre". Hago memoria y luego de tres cuadras, un puente y una plaza: "¡claro, el chico del overol amarillo! ... ¡qué coincidencia". Y tras mucho pensarlo me animo a ir a tu concierto. Miento, seguro que no habría llegado a ir porque me habría dado un infarto con el primer Percy Linares de las entre comillas anteriores. Un narrador aparece: “Vio el afiche, leyó su nombre y se murió. Fin" Como las escenas absurdas que te contaba cuando hablábamos de madrugada, cuando tu reloj marcaba una hora más que el que yo no tengo. Pero como la suerte siempre me acompaña, seguramente luego de hacer malabares en la esquina para juntar monedas y poder comprar una entrada, que, por cierto, una queja, están carísimas, me doy cuenta que el concierto no es solo en otra ciudad sino que ya pasaron más de tres meses. "Vaya mierda" habría soltado. O peor aún, quizás si era en esa ciudad, quizás hasta era ese mismo día, pero al acercarme a la boletería, y luego de muchos intentos por comunicarme habría terminado por enterarme de que "las entradas están agotadas señorita, lo sentimos". Si claro, cuánto lo sienten. Y como siempre que viajo sin maleta no tengo nada importante que hacer, habría esperado de pie en esa esquina. Te habría esperado ahí, horas de horas. Bajo la lluvia. Con un paraguas negro. Estornudando y tarareando una canción de los Enanitos Verdes. Por fin llegas pero no me dices “loca estás mojada ya no te quiero, ja – ja - ja”, no, no me dices nada porque hay unos hombres grandes que no me dejan llegar a ti. "No moleste niña" ladran, o cualquier otra cosa que da igual porque no los entiendo. Y entonces no me queda otra que meterme a un bar a tomar un café caliente. Como una tostada, me atoro y me muero. Fin.

Cuando lo más lógico hubiera sido meterme a una cabina de Internet y escribirte un mail. "No se si este seguirá siendo tu correo electrónico, pero hola, soy Maria, no se si te acuerdas de mi. Estoy en la misma ciudad que tu. Llámame al ..." No, no, seguro no tendría teléfono porque solo estoy de pasada. Lo más probable es que me hayan despedido de otro barco, pero no ha sido mi culpa, lo juro, así, con mano al pecho, la otra en lo alto y la bandera del Perú flameando en el aire. Más bien hubiera escrito algo así como: "Querido Percy Rafael: Seguramente no te acordarás de mi, pero alguna vez compartimos un escenario, alguna vez fuimos juntos a Polvos Azules, alguna vez soñaste que llevabas mi sombrero puesto y alguna vez nos besamos. Siempre creí en las casualidades y ahora estamos en la misma ciudad. ¿Qué te parece si tomamos un café y conversamos? Te espero mañana a las 8:13 en el Café Y. María”.

Seguro que estás ocupadísimo pero no puedes más con la curiosidad por saber quién será esta tal María. Cancelas entrevistas para ir al Café Y, pero no sabes que hay mil Cafés Ygriegas en esa ciudad y ella menos, claro. Entonces pisan calles diferentes y la pantalla se divide en dos. A la derecha está él sentado en una mesa solo tomando un café. A la izquierda ella sola en una mesa tomando un café también. El fuma un cigarro. Ella lee un libro. Él mira su reloj de mano. Ella mira el reloj de pared. A las 9:17 él se levanta y se va, pero ella no. Ya no hay raya divisoria al centro de la pantalla y solo la vemos a ella que sigue leyendo porque no tiene otra cosa que hacer y porque así dice el guión. Están cerrando el local y un mozo con corbata michi se le acerca y le pregunta: “Oye, ¿te puedo empujar?” Ella responde: “no”. Fin.

Un momentito señor narrador, este casi no me hace sonreír tanto en realidad. Mejor que solo exista un Café Ygriega en toda la ciudad. Si, y que solo tenga una mesa para dos, y a las 8:13 él la reconozca al entrar. Se miran, se abrazan, él toma un capuccino, ella una chicha morada, conversan hasta las 4 am, como el primer día y todo lo demás que al escritor se le ocurra agregar a la historia. ¿Fin?

Escrito por un nombre prestado un día que vio a otro nombre prestado.

lunes, 10 de diciembre de 2007

...Zzz...


...Sin ticket, sin cola, iba todo tan bien hasta que di mi nombre,
desafortunadamente no existía un sitio reservado para mí
y agradeciéndome por mi visita me mandaron al infierno
Debía encontrarme en la lista negra,
Partí sin darle las gracias a mamá por esos
9 meses en su vientre y esos 23 años en su corazón
Tampoco me despido de mi superhéroe favorito
Alias papá



Dejo líneas en blanco para mis hermanos
porque todo lo que debí decir ahí, ya se los dije en vivo,
Abandono a la mujer de mis sueños en la vida real y
dejo un fruto para mi árbol genealógico


dejo otro par de líneas blancas para esos locos
que habitan los baños públicos y
aprovecho la muerte de la cursilería
para multiplicar éste adiós
Así que adiós,
mi chusco ladrador,
Adiós inseparables gorras,
Adiós domingos de fulbito, de fullvaso,
Adiós lunes de lenteja,
Adiós Sabina, Serrat, Sinatra, Soda, Sui Generis
Adiós incansable control remoto
Adiós Alan y Chávez, estaré esperándolos,
Adiós guayabera rumbera,
Adiós Scarlett, hubiese sido un placer conocerte,
Adiós celular, esta vez no te perdí, me perdiste,
Adiós Condorito, me ahorraste tantas charlas con el peluquero,
Adiós resaca, nunca fuimos el uno para el otro y viceversa
Adiós cofre pirata, tenías todas las películas desde la A hasta las X,
Adiós agua, luz y otro adiós más el IGV,
Adiós colorida colección de Boston,
Adiós msn, ya no me disfrazaré de ocupado o comensal, seré un ausente más,
Adiós 8 horas hombre y 16 restantes de varón,
Adiós navidad, este pavo ya no estará en la mesa
Adiós asiento-cama y vidrio-almohada
Adiós pesadilla
Ojalá durarás más,
Pero ambos sabemos que el cobrador dirá:
despierta causha, último paradero...

Por Mengano
(Fulano para los amigos)

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El lunes empiezo la dieta


Es sábado por la noche, vas a salir y no sabes qué ponerte. Después de traer abajo casi todo el clóset, descubres que el 50% de tu ropa, por alguna extraña y espeluznante razón, se ha encogido. Además, un sospechoso abultamiento en la zona baja de los abdominales empieza a emerger desde las profundidades de tu piel. La barriga planita de tu chiquititud, se está transformando.

Y tú te preguntas, todavía esperanzada, ¿no será que estos jeans están recién lavados y por eso me aprietan un poquito más de la cuenta? ¿No será que justo hoy me vino la regla? Yo siempre me hincho cuando estoy con la regla. Sí, seguro es eso.

Pero no. En el fondo tú sabes que no es eso. A tus veintitantos ya no tienes el cuerpo de los 17. Tus caderas se ensancharon y el monstruo de las piernas, más conocido como “celulitis” empieza a atacarte.

¿Por qué??? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?

¿Te provocó un chocolatito a media tarde? Ahí está pues.
¿Te fuiste a almorzar con los de tu chamba y pidieron un súper tacu-tacu y chicharrón de calamar para acompañar? Ahí está pues.
¿Una chelita, dos, tres, cuatro chelitas? Ahí está pues.
¿Hace 5 meses que no haces ejercicio y sólo mueves el cuerpo los fines de semana al ritmo del perreo-chacalonero? Ahí está pues.

¿Qué esperabas? ¿Una intervención milagrosa del Todopoderoso? Lamento informarte, ex – flaquita, que las cosas no son así de fáciles. El mundo es una jungla y el que no corre, se queda gordito, como los conchudos de los leones.

El caso es que yo, igual que tú: “Tengo el orgullo de ser peruana y soy feliz.” Y… ¿qué culpa tenemos nosotras “de haber nacido en esta hermosa tierra del sol” y del tacu tacu, la papa rellena, el ají de gallina, la carapulcra, los picarones, el arroz chaufa y la mazamorra?

A una no le queda otra que despertarse pensando en qué va a almorzar. Consecuencia: El lunes es un mal día para empezar la dieta. Igual que el martes y el miércoles y el jueves. ¿Viernes? Mmm, difícil. ¿Sábado? Más complicado. ¿Y domingo? Imposible.

Se acerca el verano, a desempolvar los bikinis. Todas las mujeres empezamos a preocuparnos por cómo vamos a hacer para por lo menos pasar piola en la playa. Y hasta la más flaca de tus amigas se queja de su nuevo cuerpo. Salvo una que otra afortunada con la que no tienes ganas de cruzarte.

Pero siempre llega el día, ese día en que vas a una reunión, te encuentras con una amiga que no ves hace meses y resulta que está regia, toda flaca ella. Te cae súper bien, es tu pataza, la habías extrañado un montón; pero AJ! la odias. Al poco rato te cuenta que está tomando Herbalife, se ha metido al Personal Trainner y le hacen masajes reductores todas las semanas. Recién habiendo recibido toda esa información, la empiezas a querer de nuevo. Te das cuenta de que la "maldita" se está matando para estar "regia", así que se lo merece.

¿Herbalife, Personal Trainner, masajes reductores? Sí, y eso no es nada. También están las inyecciones quema-grasa, la yeso-terapia, la dieta de la sopa, la del cosmonauta, la del pan y la mantequilla (es verdad, esta dieta existe, aunque Ud. no lo crea), la dieta de Jennifer Aniston, la dieta South Beach (bien gringa), las hierbas del Dr. Pum y hasta la liposucción. Ahhhhhhhhhhh.

Pero ¿por qué estamos tan obsesionadas con la flacura? Si las mujeres en la época clásica eran medio tay-pá y vivian felices con sus rollitos. Hasta las pintaban y les hacían esculturas. ¿Será que ser rellenita ya pasó de moda? Parece que hemos entrado en la Era de las flacas, las fitness, las loquitas voy-todos-los-días-al-gimnasio-y-mira-cómo-quemo-calorías. Y las mujeres comunes y silvestres, que antes ni nos preocupábamos por esas cosas, nos convertimos poco a poco en una raza de obsesivo-compulsivas con su peso. Y hablamos de eso todo el tiempo y tratamos de comer un poco menos y nos quejamos y dale que dale, no soltamos el tema por nada.

Creo que lo que habría que hacer es preguntarle a los hombres qué opinan. ¿Vale la pena tanto sacrificio o nos prefieren rolluditas? Por favor manifiéstense, de repente ustedes tienen alguna revelación que hacernos.


Escrito por una chica de veintitantos.
Ilustraciones a cargo de Maitena, a quien también le robamos pero algún día le contaremos.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Wikipedia vs Wawasana


No recuerdo la última vez que me tuve que levantar a la siete de la mañana. Intento hallar el día pero no lo encuentro, tal vez porque hace mucho no lo hago o simplemente porque mi cerebro, solar, no funciona hasta que los primeros rayos de aquella estrella enorme --que algún día nos quemará-- tueste mi cabeza (algo que en Miraflores suele tomar 30 minutos más que en cualquier otro distrito). Mañana hay mucho que hacer y el día promete ser largo. Sé que debo dormir. Sé que mañana –tempranito-- me arrepentiré frente al espejo cuando me mire odiándome por cada minuto que desgasté la noche anterior haciendo zapping. Sé que dentro de unas horas, cuando esté buscando el sencillo para mi segundo red bull, odiaré cada palabra que escribo en este momento en el que espero que el Wawasana surta efecto.

¿Qué carajo significa Wawasana a todo esto? Vamos a Google. 1800 resultados. Tiempo de búsqueda: 0,37 segundos. Sí que son rápidos estos. Aún así nada me sirve. Las primeras 10 páginas son de publicidad. Si quiero ver publicidad mejor prendo la tele. ¿Estarán dando los Simpsons? ¡Qué pavo que es Homero! ¿Apago la compu o veo tele con la compu prendida? Tengo sueño. ¡Apago la compu! Pero, ¿y si mañana –ya dormido y de día— intento retomar este texto y ya no es lo mismo? ¿Se imaginan? Todo lo que habría escrito habría sido por gusto y eso provocaría que mirara con más odio en el espejo tempranito.

En la tele Homero corre de madrugada. Yo debería correr. He subido cuatro kilos por mezclar papas con arroz. Carbohidratos con carbohidratos. Ahora, ¿exactamente que son los carbohidratos? Vao al google. Alt+Tab. Es cierto me había olvidado de buscar wawasana. Mejor me voy a Wikipedia. No hay wawasana pero la búsqueda me está dando sueño. Subo el volumen de la tele y Homero habla más fuerte.

¿Cuándo se sufre de insomnio? Siempre he escuchado que uno debería dormir ocho horas pero nunca lo he hecho. Con cinco, suelo tener energías hasta los primeros bostezos de las 20:00 horas. ¿Qué es insomnio, entonces? Gracias a Apu, si hay insomnio en wikipedia y en la tele están anunciando Futurama. Hay tres tipos de insomnio: el que te complica para dormir, el que te hace despertar en la noche y el que provoca que te despiertes muy temprano. El mío es el primero. Al menos esta noche. Homero sufre del segundo y por eso corre de madrugada.

Tengo sueño.

Ahora sí.

Wikipedia eres lo máximo.


Escrito por un invitado que no podía dormir de la emoción.