
Apreté send y en segundos el mail abandonó mi computadora y se mudó hasta su chamba, hasta su escritorio, hasta su computadora; cuatro cuadras y media de pura fibra óptica.
Invitarla a almorzar no fue tan sencillo como creí, me moría de miedo que me diga que NO, GRACIAS, que me choteara.
Desde que la vi hace algunos días muy cerca de mi oficina quise invitarla a salir. Hace tiempo que no la veía y decirle para almorzar uno de estas tardes era una buena excusa para acercarme a ella. Me estaba gustando, y mucho.
Verla me hizo recordarla. Nunca fuimos amigos pero la recuerdo en las fiestas de la universidad haciendo bromas, riendo, bailando, respirando pero hablando conmigo, muy poco.
Desde este espontáneo encuentro en la calle conté que fueron un poco más de 8 minutos de conversación en toda nuestra vida, y menos de 3 si es que esta conversación fue solo entre nosotros dos.
Pero me encantaba. Y ahora el destino me dijo anda, corre, vuela. Háblale, que se interese en ti. Lo peor que te puede decir es NO. ¡Auch!
Pasaron días hasta que me atreví a escribirle un mail. Sí, me atreví, pero durante toda la mañana estuve pensando las palabras correctas para invitarla a almorzar.
Lo hice, ahí va. Lo mandé como a mediodía. Bueno, exactamente a las 12:03:39 pm. Send y listo. Que pase lo que tenga que pasar. Que me diga que no. O que me diga que sí.
Pasaron segundos (48 exactamente) y me pregunté ¿por qué no me responde?
Aquella tarde no me paré de mi asiento. No almorcé, no tomé café y mucho menos fui al baño. Solo esperaba que el icono de la cartita veloz apareciera con su nombre en mi pantalla.
Ese día me fui a casa tarde, derrotado y sin novedad.
¿Realmente merecía atormentarme con una respuesta que tal vez nunca llegaría? ¿Merecía relegar mi trabajo por una cita inconcreta y fantasiosa?
¿Merecía ella, en todo caso, responderme a mí? Un perfecto desconocido en su interés amoroso. ¿Cómo podía ser capaz de creer (¡qué atrevido!) que ella respondería aquella imprudente invitación a comer? ¿En qué cabeza podía entrar este tipo de acción tan irresponsable, impertinente? ¿Me respondería?
Imaginaba el titular de su respuesta. QUE TE HAS CREIDO TU, diría, así igualito, en letras altas, en negrita. Y para subrayar su desprecio, encontraría completamente vacío el lugar donde se supone escribiría su discurso de rechazo. De esta manera, me está diciendo que ni si quiera merezco su tiempo, ni un poquito, ni un poquitito.
¿Y si simplemente no lo leyó? ¿Si por casualidad se cayó el sistema y ese correo no aterrizó en su bandeja de entrada? ¿O si aún lo tiene en negrito, sin abrir? Seguramente así tiene muchos correos de amigos, de su mamá, de restaurantes, de cursos de inglés (¡te ganaste una beca!), o de admiradores atrevidos que no son lo suficientemente valientes en decirle a la cara que están perturbados con su existencia.
¿Cómo podía averiguarlo? No la podía volver a invitar, no sería capaz de mandarle otro mail titulado ALMUERZO. No podía hacerme el canchero y decirle pucha qué falla eres, no respondes los mails, no seas sobrada pues.
No podía escribir eso por más que todas mis amigas Cosmopolitan involucradas con sus consejos me recomendaran hacerlo.
Quedaría como un desesperado, como que no tengo alguien más que me haga la taba por las noches mientras miro tele y mientras miro tele, que me haga piojito. O sería para ella una raya más en la pared, otro tarado que se las da de muy mujeriego, de muy muy. Entonces, ¿cómo hago? ¿Esperar nada más? ¿Hacerme el loco y concretar un encuentro nada espontáneo y decirle, de-frente-en-su-cara, que me acompañe a almorzar uno de estos días? De hecho, pero de hecho, me diría traigo mi taper, prefiero comer en la oficina. Y si me dice SABES QUE TENGO ENAMORADO ¿NO?, chuma. ¿Y si tiene enamorado? Qué desubicado puede ser invitar a alguien si es que ya se te adelantaron. Qué roche!
¿Y si vio el mail y prefirió pasarlo por alto? Porque mi invitación se acercó más a un almorzamos un día ¿no?, que a un ¿almorzamos mañana martes?
¿Y si le estoy dando demasiada importancia a un simple correo electrónico? ¿No me estaré torturando tanto por las puras? ¡Es una invitación! Si quiere bien, si no, ya fue. No aumentarás la tasa de suicidios si es que decide salir contigo nunca jamás. OYE, es una chica. Como ella hay miles de millones. Faldas como cancha. Pantalones stretch, también. Bah!, ¿Y sí realmente es eso? Qué pesado me pongo.
Pero qué bonito hubiera sido almorzar con ella ¿no?
Escrito por un tarado que no puede invitar a una chica a almorzar.Dibujo prestado por Liniers (pero él no sabe).