martes, 20 de mayo de 2008

Cruzando charcos


Tengo una amiga peruana que se fue a vivir a EEUU porque estaba enamoradísima de un amigo peruano que se había ido a vivir allá. Mi amiga peruana y mi amigo peruano están casados hace 6 años y tienen una hija que no conoce Perú. Habla castellano, sí. Pero el país de sus papás, sólo lo ha visto por foto y en documentales de National Geographic.

Tengo otra amiga peruana que se fue a estudiar a EEUU. Se enamoró de un colombiano, estuvo con un ruso y en algún momento le gustó un francés. Después anduvo saliendo con un gringo que parecía gringo, y unos meses después se enamoró de un gringo que no parece gringo. Hace poco más de un año se casó con él. Me encantaría que mi amiga peruana y su esposo gringo se vinieran a vivir al Perú y tuvieran hijitos peruanos con Green Card, pero no creo que ocurra. Me voy a tener que conformar con que, de vez en cuando, vengan de visita.

Tengo otra amiga peruana que estuvo muchos años con un amigo peruano. Terminaron y ella se fue a estudiar a México. El mágico Internet la contactó con un amor platónico de su chiquititud, un peruano que justo estaba viviendo en EEUU. Mi amiga peruana y el peruano que vivía en EEUU se enamoraron y sin dudarlo mucho, a los pocos meses, se casaron. Ahora, una más de mis mejores amigas peruanas vive en EEUU. ¿Qué onda con Gringolandia y el matrimonio?

Tengo un amigo peruano que se fue de vacaciones a Colombia y conoció a una colombiana. Al poco tiempo, y a pesar de la distancia, se enamoraron (¡qué viva el msn!). Mi amigo peruano volvió a Colombia para visitarla, se dio cuenta de que era el amor de su vida y decidió dejarlo todo para estar con ella. Regresó a Perú, trabajó un par de meses más y renunció. Ella, para ese entonces, ya no estaba en Colombia sino en Brasil, y ya no era sólo ella. Un frejolito empezó a crecer en las profundidades de su panza. Ahora mi amigo peruano está disfrutando de las playas de Salvador de Bahía y le va a poner Lucía a la peruana-colombiana-brasilera que viene en camino.

Mi papá peruano se fue a vivir a Argentina cuando tenía 17 y regresó cuando tenía 27. En ese tiempo tuvo una novia argentina. Mi mamá peruana se fue a Italia cuando tenía 27 y regresó un año y dos meses después. En ese tiempo tuvo un novio italiano. Dos años después de que mi mamá regresara a Perú, mi papá peruano y mi mamá peruana se conocieron en un salón de clases donde aprendían inglés.

Tengo una amiga eslovena que viajó a Italia y se enamoró de un francés, pero el amor duró solo 3 días. Ella tenía que regresar a Eslovenia, donde su novio esloveno la estaba esperando. Nota: El idioma que les permitió conocerse fue el inglés.

Tengo una amiga húngara que está enamorada de un italiano que conoció en Francia. Ella sigue en Francia, él ya regresó a Italia. Ahora, cada vez que tiene vacaciones, va a visitarlo. Nota: El idioma que les permitió conocerse fue el francés.

Tengo una amiga peruana que se enamoró de un francés que conoció en un viaje que hizo a Francia. El francés resultó ser el mejor amigo del enamorado de la amiga peruana de mi amiga peruana. Él vino a visitarla a Perú, ella se fue a estudiar a Francia. Ahora se van a casar, en Francia. Nota: El francés habla castellano y mi amiga peruana habla francés.

Tengo un amigo peruano que está enamorado de una alemana que conoció en Lima. Se va de viaje a Europa en unas semanas. Dice que quiere aprovechar para averiguar sobre su máster y visitar a unos amigos… y lógicamente va para visitar a la alemana que está en Alemania. Nota: La alemana habla castellano, mi amigo peruano no sabe ni como se dice perro en alemán.

Tengo una pareja de amigos muy particular. Él es argentino y ella española. Él se fue a vivir a España y se enamoró de ella. No le propuso matrimonio, sino dar la vuelta al mundo juntos, en una camioneta. Hace más de 7 años que andan en esas. Han pasado por muchas cosas y muchos países: Botswana, Etiopía, Kenia, Mozambique, Uganda, Tanzania y Zimbabwe son sólo algunos de la larga lista.

Tengo una amiga peruana que está enamorada de un peruano que vive en EEUU y tengo dos amigas peruanas que están con dos amigos peruanos que están viviendo en Chile. Las tres están acumulando un montón de millas.

Por último, tengo una historia más que contar. Se trata de una peruana que está enamorada de un peruano que vive en EEUU. Pero como esta última historia acaba de empezar, todavía no tengo ni la menor idea de cómo va a terminar. Sólo sé que mi amigo peruano que se enamoró de la colombiana me dijo “Cuando sientes que alguien realmente vale la pena, hay que lanzarse a la piscina”. Y aunque a veces no es una piscina, sino un océano lo que los distancia… igual vale la pena intentarlo ¿no?


Escrito por (ya más obvia no puedo ser) la protagonista de una de las historias.
Para más información sobre el amigo argentino y la amiga española que andan viajando por el mundo: http://viajeros4x4x4.wordpress.com/

viernes, 2 de mayo de 2008

Adiós verano, adiós


De niño me gustaba más el invierno que el verano. Nunca me llevé muy bien con la playa, la arena, el sol, las olas del mar. Por alguna razón, encontraba a los días de invierno algo más reconfortantes, más hogareños.
Después de años, puede que siga sin ir a la playa (este año sólo he ido una vez), pero ahora puedo afirmar que me gusta el sol, me gusta el verano y me da pena que se acabe.
¿Qué haremos ahora que el verano se acaba? ¿Dónde irán los heladeros? ¿A veces no extrañan el sonido lejano de una de sus cornetas? ¿Por qué un cebiche sabe mejor con su solcito? En verano, hasta Larcomar me parece bonito, ¿no les ha pasado? No les parece que hasta los comerciales se vuelven más divertidos? Siempre hay comerciales “veraniegos”, ¿alguien recuerda algún anuncio “infernal”, digo, “invernal”? La verdad que yo no recuerdo ni siquiera de jarabes para el resfrío…
Si se va el verano, me va a dar pena ya no poder ver al cielo de Lima tornarse rosa y naranja en las tardes, sobre todo con una cerveza (y si garúa, como hace algunas semanas); que las chicas ya no muestren sus pantorrillas bajo faldas floreadas; que el calor ya no me levante temprano para aprovechar el día; que las niñas ya no puedan vengarse de sus corazones rotos con globos de agua; que dos personas ya no se puedan conocer mejor porque ya no serán de los pocas en quedarse en la ciudad los fines de semana; que ya no podamos escuchar a ningún estudiante decir: “este es mi último verano antes de ponerme a chambear”, porque siempre es “el último verano”, nunca es el “último invierno”.
Ahora las pobres chicas minifalderas morirán de frío y las que no se animaron a probarse la minifalda se arrepentirán; los viejos amigos que regresaron por vacaciones se tendrán que ir y hay alguien menos a quien llamar en los días solitarios. ¿Y qué será de aquellos que aún no saben que su romance de verano en verdad sólo es un romance de verano?
Recuerdo un par de canciones: una es de los Beach Boys y se llama “Summer means new love”. Es medio triste si te pones a pensar en este título porque, si el verano significa un nuevo amor, ¿la siguiente temporada qué significará? ¿Un amor viejo? Eso no suena muy bien, ¿no?
La otra, es una que escuché cantada por Manolo Galván y el coro dice así: “El verano termina ya/y con él mi amor se va/adiós verano/adiós”. Un verdadero tema del verano.


Escrito por un fan de Brian Wilson (sin parentescos con el joven Wilson)

lunes, 21 de abril de 2008

Pisco Sour, ¿dónde estás?


Andrea conoció a Omar en la barra de una discoteca. Sí, como en las películas. Y como en las películas, los amigos de los protagonistas dicen que las relaciones que empiezan en las barras de las discotecas nunca funcionan. Los amigos de ambos lo sabían pero como en las películas, no sabían si tenían razón o no. Conversaron, se rieron. Omar pidió un Pisco Sour. Andrea miró su vaso y se animó a beber con él. Andrea estaba algo nerviosa porque nunca había conocido un chico en la barra de una discoteca, o al menos no uno que le gustara. No quería mandarse a pedir algún trago que luego la expusiera a bailar, a darle el valor para corresponder un beso o peor aún, a despertar la mañana siguiente entre el brazo y el pecho de un tipo que había conocido pocas horas antes. Andrea sabía eso y sus amigas que estuvieron con ella esa noche también.
Omar quería conocer a Andrea porque le parecía bien rica. Lo dijo, me parece bien rica y se mordió los labios. Con los ojos, le escaneó el cuerpo lentamente, como si lo hiciera en alta resolución. Omar quería que Andrea tome Pisco Sour para que se emborrache y poder llevársela a la cama. Nada de conversación, nada de baile. Vamos a mi cama tenía estampado Omar en la camisa. Pero era puro floro. Nada más lo pensó. Y los amigos de Omar sabían eso. Sabían que las intenciones de su necesitado amigo eran pasivas, pura boca eres, chochera.
Andrea tomó el primer sorbo de Pisco Sour y sonrió mirando a los ojos a Omar. Intentó buscar alguna intención pecaminosa de su acompañante pero no la encontró. Solo vio a un chico que le gustaba y que le gustaría más si pedía otro Pisco Sour. Otro pero con bastante hielo por favor.
Omar en cambio, tomó un sorbo mucho más largo para darse valor. Para emborrachar a su lado más cobarde, más maricón. Creía que si tomaba más, Andrea sería mucho más accesible, más fácil de conquistar. Por confiado, pidió otro Pisco Sour. Flaco, uno doble por favor.
Omar invitó a Andrea a bailar. Andrea, con el Pisco Sour en la mano le dijo que no, que prefería terminar su Pisco Sour que estaba buenazo, que se iba a calentar o que simplemente cuando regresen de bailar ya no lo encontraría. Omar aún no terminaba el suyo. Y tampoco le pareció mala idea quedarse a seguir tomando. Andrea no quería demostrar su pésimo ritmo, ni a él ni a sus amigos. Omar tampoco quería demostrar mucho interés. Al menos aún no.
Ambos terminaron sus Pisco Sour en el mismo momento, dejando en los vasos cuadrados un poco de espuma. ¿Quieres otro?, preguntó el chico interesado. No, o sí, bueno ya, dijo la chica también interesada. Dos, sí, dos Pisco Sour más y al toque estaban en la barra. Ese barman es un trome.
Omar, en plena bebida, se le ocurrió decirle a Andrea para ir a otro lado. Los dientes, sí, esos que aparecen solo de noche y son auspiciados por cualquier trago con más de 5% de alcohol salieron a relucir, y alumbraron la cara de Andrea. La chica se dio cuenta, no es estúpida. Pero sí borracha así que le dijo ya, vamos. Era tarde. O bastante temprano. Los amigos ya se habían ido y pocas personas quedaban en el lugar.
Omar también estaba borracho pero aún conciente para decirle al taxista cuánto me cobra a la cuadra 13 de la Av. Arequipa. Mientras que el chico negociaba, Andrea, con por lo menos 1 botella de Pisco, medio litro de zumo de limón, medio litro de jarabe de goma, hielo y más hielo, y una botellita de Amargo de Angostura en el organismo, decidió subir al taxi.
Aún Omar la sigue buscando. Y todos también.

Investigado por alguien que odia invitar tragos a chicas desconocidas.
Identikit de papá Liniers (tan locas las mujeres, ¿no?)

lunes, 31 de marzo de 2008

El día en que descubrí que mis papás también son seres humanos


Cuando era una niña, yo pensaba que…
Mis papás nunca se enfermaban. (La única que se enfermaba y tenía derecho a ser engreída era yo).
Mis papás nunca tenían miedo. (La que podía tener miedo a la oscuridad y necesitaba pasarse a su cama de vez en cuando era yo).
Mis papás no tenían relaciones sexuales. (Yo nací de un frejolito o quizás fue una cigüeña la que me trajo a este mundo).
Mis papás no tenían problemas. (O por lo menos no me daba cuenta).
Mis papás eran inmortales. (Ellos siempre iban a estar conmigo, daba por sentado que se trataba de un contrato eterno).

Pero los años pasaron, crecí. Llegó un día en que la relación con ellos cambió. Me di cuenta de que no eran los dueños de la verdad, yo también tenía mi propia verdad. Y poco a poco, empecé a cuestionar todo lo que decían y hacían.

A mi papá, ese señor de bigotes que yo siempre había reconocido como la imagen más pura de lo correcto, le empecé a reprochar que trabajara tanto. Que haya dado tanto de sí, para alguien que nunca le iba a reconocer todas esas malas noches y madrugadas. Que fuera tan poco comunicativo, que nunca nos contara sus problemas. Que no fuera más cariñoso. Que se preocupara tanto por el mañana y no viviera más intensamente el hoy. Que no nos llevara más seguido de viaje, que no se atreviera a tirar la casa por la ventana al menos una vez en su vida.

A mi mamá, esa señora bajita y siempre sonriente, le empecé a reprochar que decidiera por mí sin antes consultarme. Que ordenara mi cuarto y botara cosas que según ella no servían. Que sea tan nerviosa, que se preocupara tanto cuando salía a algún lado, que no se diera cuenta de que ya era grande y podía cuidarme. Que se peleara tan seguido con mi hermana, que no aprendiera que a veces es mejor quedarse callada. Que no se diera cuenta de que esas peleas me afectaban. Que no ejerciera su profesión, o al menos no del todo. Que haya concebido todo en su vida alrededor de mi papá. Que su principal preocupación en la mañana fuera escogerle la ropa, y en la noche tener lista la comida.

Hasta que algo pasó. No sé si fue la distancia, mi supuesta etapa de madurez, o qué. Pero un día, de pronto, empecé a entenderlos.

Y entendí porqué mi papá se dio entero al trabajo y es que es algo que realmente lo apasiona. Y sí hay quienes se lo reconocen, él no estaba buscando una recompensa monetaria. Aprendí a respetar su silencio y entendí que la discreción es una buena costumbre que no muchos practican. Descubrí que no anda abrazando a todo el mundo todo el tiempo, pero cuando lo hace, realmente se siente como un verdadero abrazo. Y no es que no viva el presente, es sólo que tiene otro ritmo. Y si no fuimos mucho de viaje es porque supo administrar lo que tenía para que nunca nos falte nada.

También entendí a mi mamá. Comprendí que algunas veces uno decide por los demás porque quiere lo mejor para ellos. Y es nerviosa porque así le tocó ser, yo también soy nerviosa. Las peleas con mi hermana eran algo que parece que tenía que pasar. Eso, poco a poco, les ha ayudado a conocerse. Y aunque antes yo pensaba que tenían una relación complicada, ahora me doy cuenta de que no pueden vivir la una sin la otra. Entendí que, si no ejerció su profesión es porque prefirió pasar más tiempo con nosotras. Porque decidió ser madre a tiempo completo y se lo agradezco. Creo que hizo un muy buen trabajo. Y sí, su vida gira alrededor de mi papá, pero ¿qué tiene eso de malo? Lo quiere tanto que se preocupa por cada detalle, cada día, hace ya 30 años.

Lo que si no entiendo hasta ahora es por qué siempre que entra a mi cuarto, encuentra algo que según ella ya no me sirve.

Pero por fin entendí que ellos también son seres humanos. De pronto, un día me di cuenta de que mis papás, mis “papis”, no son inmortales. Me di cuenta de que no son eternos y no van a estar conmigo toda la vida. Hay cosas que ellos tampoco han podido superar. También tienen miedos y sueños por cumplir.

Y ahora es muy fácil entender porqué tienen la necesidad de llamar casi todos los días, aunque no tengamos nada nuevo que contarnos. Aunque en realidad, siempre hay algo nuevo que contar. Pero también descubrí que hay ciertos temas de los que no puedo hablar con ellos. Yo a mis papás los quiero mucho y no los quiero matar de un infarto.

Empecé a quererlos más que nunca. A valorarlos como personas, no sólo como papás.

Ahora, cada vez que paso unos días con ellos, aprovecho cada segundo al máximo. Cuando converso con ellos, no sólo hablo, también los escucho. Cuando me río con ellos, es más en serio que nunca. Y los admiro por seguir juntos. Cada quien con sus cosas, tan diferentes, pero tan complementarios.

Ellos siempre van a tener una insaciable necesidad por saber cada detalle de mi vida (y llamarán en el momento menos indicado para hacerme un interrogatorio). Siempre van a sentirse orgullosos de mis logros (por insignificantes que puedan ser para mi, mi nombre siempre aparecerá adornado con halagos en reuniones familiar y sociales. Aunque yo no esté ahí para escucharlo. O mejor dicho, precisamente por eso, porque yo ya no estoy tan cerca). Y tampoco podré librarme de un arsenal de apodos bastante tiernos, pero un tanto vergonzosos, que ellos crearon para mi a lo largo de mi niñez (y aunque haga todo lo posible para que no mucha gente los descubra, siempre habrán algunos que se cuelen por ahí).

Felizmente, he llegado a una clarísima conclusión: Mis papás siempre van a ser mis papás. Aunque ahora ya no puedan cargarme en brazos, darme de comer jugando al avioncito, leerme un cuento en las noches, ni tampoco castigarme.

Me muero por ellos. Esa es la purita verdad.


Escrito por Pásame un kleenex.

lunes, 17 de marzo de 2008

Waking photo


David viaja en bus, en la 73. Está parado junto al asiento del pasillo de la cuarta fila de la izquierda y escucha la música que seleccionó aquella mañana para su ipod, al que se le acabará la batería un minuto y trece segundos después.
El bus se encuentra no tan lleno pero sí con gente parada, los pasajeros viajan no tan apretados pero sí rozándose eventualmente sobre todo cuando el audaz conductor decide aumentar la velocidad y realizar alguna maniobra osada. Los pasamanos de metal están cubiertos y humedecidos por el sudor característico de la palmas de las manos en un mes tan caluroso en Lima como Febrero. Las ventanas de la 73, como de costumbre en verano están cerradas, lo que permite que el olor que ya se convirtió en hedor deambule casi suspendido a manera de nebulosa a lo largo de todo el vehículo.
Junto a David se encuentra parado un señor de cincuenta y tres años que en los últimos dos minutos y treinta y siete segundos se durmió nueve veces practicando el clásico rebote de cabeza de cualquier descanso en transporte público en movimiento. La chica, que está sentada en el asiento del pasillo de la quinta fila de la izquierda cede el asiento al soñador vertical al noveno rebote. El señor coge sus bolsas y asombrado por la amabilidad de la chica se sienta sólo para seguir durmiendo, David maravillado por el gesto de amabilidad sonríe a la chica que ocupa el puesto del señor. David se da cuenta de la presencia de las otras personas en el bus, nota también los rasgos y gestos fácilmente estereotipables y encajables en algún prejuicio a primera vista.
En este preciso instante, un chico equis sube a la 73, se para al inicio del pasillo, saca una cámara, toma una foto y se baja; la batería del ipod se acaba, David se quita los audífonos, vuelve a sonreír a la chica, es correspondido; un señor con un niño en brazos sube por la puerta trasera y nadie le cede el asiento; la señora del asiento junto a la ventana de la octava fila derecha habla por teléfono con su hija, la que estuvo en el ginecólogo dos horas antes; el hombre del asiento de la ventana de la décimo primera fila izquierda bosteza mientras habla con su primo; el chico que está a su costado escucha The Mars Volta desde su reproductor de mp3; la pareja que está parada junto a los asientos del pasillo de la décimo sexta y décimo quinta fila conversa sobre la salida del día siguiente; el señor parado junto a la ventana de emergencia piensa cómo le explicará a su esposa el por qué lo despidieron; un chico imagina cómo será la premiación de la siguiente semana cuando gane el premio Alfaguara de novela; el del asiento de la ventana de la sexta fila piensa en la beca que obtuvo para estudiar ingeniería genética en Estados Unidos; la chica del asiento del pasillo de la cuarta fila piensa en el campeonato latinoamericano de ajedrez que ganó el año pasado; el sujeto que viaja parado junto a la puerta trasera estudia a los demás pasajeros buscando al más robable; el chofer, que engaña a su esposa, que además es la cobradora, piensa en pisar el pedal a fondo en la avenida 28 de julio en Miraflores para recuperar unos segundos antes de llegar a Barranco.

¿Todas estas historias y las de los demás pasajeros habrán sido captadas por el chico que subió y tomó la foto?

¿Cómo sería si la chica que está sentada en el asiento del pasillo de la cuarta fila derecha tomara una foto en este instante?, ¿cambiaría el punto de vista y por consiguiente el conocimiento sobre la vida de cada uno de los pasajeros?


Escrito por siete segundos de una fotografía fugaz.

martes, 4 de marzo de 2008

El Amor en los Tiempos de la Diabetes .


Sí, a ti te hablo, al que le encanta ventilar en su nick que ama, que quiere, que chapa. Eres meloso ¿lo sabías?, das cólera.
Le echas la culpa al destino de tener alguien que te soporte: El destino es cómplice de nuestro amor. Me das asco, qué melcocha eres por Dios.
Te odio desde que pones TE AMO en letras altas y negras. ¿Por qué me tengo que enterar que la amas? ¿Me importa, acaso? No seas tan obvio, microbio. Guárdate esas frases fáciles cuando lleves a tu cuero al Norky’s.
¿Por qué no lo escribes en una banca del parque de Chaclacayo para que nadie te vea?, o con tu liquid paper, encorazonen sus nombres en un asiento de la veloz 73.
Quiero saber por qué lo haces. Por qué esa necesidad de trovador herido sin talento, de emular a tu ídolo: Arjona.
Lo haces para que te pregunte ¿no?, para que sonría por el más honesto y profundo de tus sentimientos. ¡No jorobes!
Pon una banderola en la cola de una avioneta y que vuele por Agua Dulce, Los Pavos y La Herradura. Sí, mejor haz eso, es más romántico, más original, más tú…HUACHAFAZO.
Te amo, seguiré adelante por ti. ¿Por mi? ¿Qué? ¿Qué hablas oe? ¿En verdad crees que a tu chica le gusta que le digas eso? ¡Hazte ver! Ya te dijo que no, ya te choteó (ya sé por qué) y tú debes seguir con tu vida pero no se lo digas a ella ni a nosotros, hermanito. No eres Paris Hilton, tu vida privada no nos interesa.
Este me encanta; Te quiero mucho, mi alma de repuesto. Ahora estar enamorado es como ir al mecánico. Si tu alma no responde, te la cambian por otra. Qué papaya. Falta que te pregunten: ¿original o genérica? ¿dónde la conseguiste, en Mitsui o en San Jacinto?
Pero Eres lo mejor que me pasó en la vida es un hit, uno de Radio Ritmo Romántica. No fue el Sublime, no fue el Ceviche de Conchas Negras de la tía Gladis, no fue la Chita al Ajo de Sonia, mucho menos el helado de lúcuma de D’Onofrio, no fueron los Jotitas, no fue la zurda de Cueto, no fue Machu Pichu…para ti fue ella, tu vecina seguro. Pero, ¿cuántos años tienes para decir que ella es lo mejor que se te cruzó en el camino? Por tu culpa, sí, por tu culpa, necesito insulina chochera.

Por alguien que si te ve en la calle te atropella.
Coloreado por Liniers (¿alguna vez fuiste meloso como él?, dime la verdad)
.

martes, 26 de febrero de 2008

¿Qué pasa cuando no pasa nada?


Cuando lo que pasó ayer, pasa hoy y pasará mañana.
Y eso que pasó, es que no pasó nada; o al menos nada digno de merecer un espacio en tu memoria. Nada digno de ser contado con emoción, nada que requiera una llamada de madrugada.

¿Qué pasa cuando te levantas, pero no te despiertas?
Cuando todo parece más lento, pero los años se pasan más rápido.
Cuando se te empiezan a confundir las fechas, un año y otro se mezclan, por una misma y repetitiva razón: no pasó nada. Nada especial, nada notorio. Tu vida no es noticia.

Nadie te hizo llorar. Nadie te odia. Nadie está obsesionado contigo. No te botaron del trabajo. No tienes una enfermedad terminal.

No vas a tener un hijo. No te vas a casar. No has decidido mudarte a otro continente. No vas a dar la vuelta al mundo trepado en un globo aerostático. No estás a punto de recibir una herencia millonaria, ni tampoco te ganaste la lotería.

Nadie nuevo te llama. No te llega un mail de alguien especial. Nadie llena el buzón de entrada de tu celular con mensajitos cursis.

Y la rutina te empieza a hablar. La rutina te dice: Abre los ojos. Mira el reloj-despertador. Golpea al reloj-despertador. Date cuenta de que ya es la hora en que tienes que levantarte. Date la vuelta. Vuelve a dormir por unos minutos. Despiértate sobresaltado. Sóbate los ojos. Levántate. Camina al baño. Mírate en el espejo. Asústate un poco por esos pelos parados. Métete a la ducha. Dúchate. Sal de la ducha. Sécate. Camina al cuarto en toalla. Abre las puertas del clóset. Escoge qué ponerte. No te demores tanto en escoger qué ponerte, vas a llegar tarde. Vístete. Camina a la cocina. Abre el refrigerador. Cierra el refrigerador. Abre el refrigerador. Cierra el refrigerador. (No, no hay nada para tomar desayuno, no vuelvas a abrir el refrigerador). Date cuenta de que estás tarde. Apúrate. Sal a la calle. Cierra la puerta. Transpórtate a tu trabajo. (Si tienes carro, en carro. Si no tienes carro, piensa: ¿por qué no tengo carro? Y toma un taxi, un micro, una combi o simplemente camina). Quéjate del tráfico. Llega a la oficina. Saluda al guachimán. Marca tarjeta. Prende tu computadora. Revisa tus correos. Piensa: “¡Qué flojera! Recién es lunes”.

Por otro lado, estás tú. Pero tú, a la rutina no le dices nada. Simplemente la escuchas y te quedas callado. Como cuando alguien más te cuenta una historia que no es la tuya.

Hasta que un día, cualquier día, te sale una especie de poesía desde adentro, desde las profundidades de tu hartazgo. Y no se la recitas a nadie, no se la cuentas a nadie. Sólo la escribes y la lees para ti mismo. Y la lees para ti mismo. La lees y la lees.

“Tengo el corazón apolillado
los labios adormecidos
y el ánimo desinflado.
Necesito una transfusión urgente de emociones.” (bis x 3)

Inmediatamente después, te das cuenta de que lo único que estás haciendo es quejarte, o peor aun, auto-compadecerte. Por eso, decides cambiar algo en la rutina. No todo, sólo algo.

Clases de salsa, un nuevo idioma, salir en la noche un día que no sea fin de semana, cocinar para alguien, una llamada al extranjero, un mail, una reunión en tu casa. Decidir, decidir cambiar. Decidirte y hacer algo.

¿Qué pasa cuando no pasa nada?
Cuando no pasa nada, no pasa nada.
Pero después de que te haces esa pregunta y buscas cómo responderla, yo creo que empiezan a pasar cosas.


Escrito por Homo sentimentalis.