lunes, 21 de abril de 2008

Pisco Sour, ¿dónde estás?


Andrea conoció a Omar en la barra de una discoteca. Sí, como en las películas. Y como en las películas, los amigos de los protagonistas dicen que las relaciones que empiezan en las barras de las discotecas nunca funcionan. Los amigos de ambos lo sabían pero como en las películas, no sabían si tenían razón o no. Conversaron, se rieron. Omar pidió un Pisco Sour. Andrea miró su vaso y se animó a beber con él. Andrea estaba algo nerviosa porque nunca había conocido un chico en la barra de una discoteca, o al menos no uno que le gustara. No quería mandarse a pedir algún trago que luego la expusiera a bailar, a darle el valor para corresponder un beso o peor aún, a despertar la mañana siguiente entre el brazo y el pecho de un tipo que había conocido pocas horas antes. Andrea sabía eso y sus amigas que estuvieron con ella esa noche también.
Omar quería conocer a Andrea porque le parecía bien rica. Lo dijo, me parece bien rica y se mordió los labios. Con los ojos, le escaneó el cuerpo lentamente, como si lo hiciera en alta resolución. Omar quería que Andrea tome Pisco Sour para que se emborrache y poder llevársela a la cama. Nada de conversación, nada de baile. Vamos a mi cama tenía estampado Omar en la camisa. Pero era puro floro. Nada más lo pensó. Y los amigos de Omar sabían eso. Sabían que las intenciones de su necesitado amigo eran pasivas, pura boca eres, chochera.
Andrea tomó el primer sorbo de Pisco Sour y sonrió mirando a los ojos a Omar. Intentó buscar alguna intención pecaminosa de su acompañante pero no la encontró. Solo vio a un chico que le gustaba y que le gustaría más si pedía otro Pisco Sour. Otro pero con bastante hielo por favor.
Omar en cambio, tomó un sorbo mucho más largo para darse valor. Para emborrachar a su lado más cobarde, más maricón. Creía que si tomaba más, Andrea sería mucho más accesible, más fácil de conquistar. Por confiado, pidió otro Pisco Sour. Flaco, uno doble por favor.
Omar invitó a Andrea a bailar. Andrea, con el Pisco Sour en la mano le dijo que no, que prefería terminar su Pisco Sour que estaba buenazo, que se iba a calentar o que simplemente cuando regresen de bailar ya no lo encontraría. Omar aún no terminaba el suyo. Y tampoco le pareció mala idea quedarse a seguir tomando. Andrea no quería demostrar su pésimo ritmo, ni a él ni a sus amigos. Omar tampoco quería demostrar mucho interés. Al menos aún no.
Ambos terminaron sus Pisco Sour en el mismo momento, dejando en los vasos cuadrados un poco de espuma. ¿Quieres otro?, preguntó el chico interesado. No, o sí, bueno ya, dijo la chica también interesada. Dos, sí, dos Pisco Sour más y al toque estaban en la barra. Ese barman es un trome.
Omar, en plena bebida, se le ocurrió decirle a Andrea para ir a otro lado. Los dientes, sí, esos que aparecen solo de noche y son auspiciados por cualquier trago con más de 5% de alcohol salieron a relucir, y alumbraron la cara de Andrea. La chica se dio cuenta, no es estúpida. Pero sí borracha así que le dijo ya, vamos. Era tarde. O bastante temprano. Los amigos ya se habían ido y pocas personas quedaban en el lugar.
Omar también estaba borracho pero aún conciente para decirle al taxista cuánto me cobra a la cuadra 13 de la Av. Arequipa. Mientras que el chico negociaba, Andrea, con por lo menos 1 botella de Pisco, medio litro de zumo de limón, medio litro de jarabe de goma, hielo y más hielo, y una botellita de Amargo de Angostura en el organismo, decidió subir al taxi.
Aún Omar la sigue buscando. Y todos también.

Investigado por alguien que odia invitar tragos a chicas desconocidas.
Identikit de papá Liniers (tan locas las mujeres, ¿no?)